En la maleta se funde el alma del viajero o la viajera, los dos parecen hacer una misma figura.
La maleta habla de una sola cosa, habla de desplazamiento, que es lo mismo que de trayecto. Hay personas que llevan su vida en una maleta. Pocas cosas llegan tan lejos como una maleta. Los del éxodo bíblico tendrían rústicas maletas difíciles de cargar…serían maletas de mudanza pobre, llevadas por quienes, animados por guardar en sus corazones la idea funcional de la libertad, de la segura mano de Dios, buscaban la Tierra Prometida…
Simbólicamente, pareciera que cada uno de nosotros nace con su propia maleta en la mano, pues la vida es un viaje y ningún viaje se hace sin ella: la maleta de la ropa, la maleta de los libros y la maleta de los recuerdos; todas ellas dispuestas para la hora de la hora; todas ellas yendo y viniendo de algún lugar reciente…Tiene algo de poético la maleta que se nos hace grande y pesada a lo largo del camino, tan pesada que nos sentaremos a descansar a la orilla de la senda y nadie nos ayudara a cargarla en esfuerzo conjunto no porque te ignoren sino porque cada quien lleva la suya…
Quizás nada es tan universal como la maleta en todas las épocas… ellas plasman nuestro nómada ancestro poco sedentario, conocen lugares, aeropuertos, estaciones, hoteles, puertos… y son las más viejas las que definen esto que así dice: “por la maleta se conoce al viajero”…Y son también las más viejas las que conocen nuestras angustias, esa angustia de no saber si con ella llegamos a alguna parte viviendo la prisa de emprender caminos nuevos y en el momento nos damos cuenta que ya casi no nos alcanza el tiempo en la angustia de nunca llegar en la prisa
Un signo preponderante de todas las épocas es la maleta, ella gurda la emoción de lo desconocido, lo estimulante de lo por saber, lo transitorio que somos… ¿Qué lleva una maleta en su interior?...Lleva de todo: ilusiones, emociones, vicisitudes, migraciones, tristezas, alegrías, sobresaltos y lo que no se le puede dejar a nadie…uno de los utensilios de la humanidad, es la maleta… Mire usted el mundo que le circunda y se dará cuenta que alguien lleva una maleta…
A veces, sin el viajero a quien pertenecen, llegan misteriosas maletas a las estaciones; nadie conoce de quien son ni qué contienen, “superviven” y se desconoce si sus dueños desaparecieron y entonces no faltará quien especule que una de ellas, era de un inmigrante húngaro, no, que de alemán…En algunas ciudades del mundo hay oficinas desde donde se reportan las maletas que nadie reclama y, en otras, son inútiles los intentos que sus dueños hagan por encontrarlas buscando el milagro de alguna información…el caso es que cualquiera nos dijo que está en Santiago de Chile y al llegar a Chile, y que de allí es posible la enviaran a Ciudad de México…Tengo entendido que en Francia existe una oficina donde se guardan, como en un museo, las maletas que nunca llegan al destino para cual salieron o que nadie reclama, testimonios de lo más personal pero sin dueños… presencias sobrecogedoras de alguna historia, de alguna persona ausente, aroma y sentimientos de lugares lejanos…
Pero también hay maletas que no viajan a lugar alguno, pertenecen a quienes prefieren seguir donde están, que no se atreven a dar un paso… son maletas que no salen a ninguna parte en espera de un viaje futuro y que están llenas de un equipaje emocional inherente a un indeciso que la mira en un rincón de su pieza con ideas de construir una nueva vida, la que desea, y cuya presencia le dice que se puede ser feliz allá o en cualquier lugar… metáfora que le transmite no dejar morir ese impulso que le motive a meter en ella sus sueños porque todo cabe en ella, en su pequeña maleta…
Alguna vez, en una estación, vi amontonadas muchas maletas…tenían tanto por recorrer si el camino es la vida y yo seguí con la mía porque es verdad, un viaje de mil millas solo comienza con el primer paso…