¿Partidos políticos o lucha de clases?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Después de los comicios del 11 de marzo, cuando se “eligió” a la rama legislativa en Colombia, son muchas las reflexiones que se derivan de todo el proceso, empezando por afirmar que son diversas las prácticas que como colombianos debemos históricamente transformar, pedagógicamente des-aprender, epistemológicamente analizar y repensar, si consideramos que hay alguna esperanza para avanzar frente a los retos que cada día nos propone la vida en sociedad.

En consecuencia, lo que en antaño eran piedras y machetes utilizadas para lucha política, generando una fuerte violencia, la cual caracterizó al país a principios del siglo XX, pasando luego al uso de armas más letales a mediados de siglo para este fin, hoy está finalizando la primera década del siglo XXI con una lucha ideológica digital, auspiciada por los medios privados que, como diría Althusser, son los aparatos ideológicos del Estado.

Un ejemplo claro de dicha situación son los “trinos”, cometarios y memes en las redes digitales que muestran la polarización en la que nos encontramos (los amores y los odios) en favor o contra de los candidatos que representan más que un partido político, es a una clase social, lo cual se ha convertido antes que pensarlo como moda, en la forma de hacer política en la actualidad. De acuerdo a lo anterior, cabe preguntar ¿Dónde queda el análisis de propuestas, la consciencia histórica o el sentirse representado por un ideario? Este interrogante, me permite pensar que desde la formación ciudadana y la puesta en práctica de lo que se considera como democracia hay mucho por hacer. 

Por otra parte, la forma de hacer política en Colombia se traduce más que en una práctica humana en beneficio del bien común, en una lucha por la consecución del poder a toda costa. En ese sentido la praxis de la política se reduce a una evidente lucha de clases, que históricamente no es tema del mundo moderno o contemporáneo, su desarrollo proviene desde la misma constitución de las sociedades humanas, de esto hay gran literatura, solo por nombrar un clásico propongo El origen de la familia, el Estado y la propiedad privada de Federico Engels.

Por consiguiente, esta lucha de clases, crea la dicotomía histórica global entre las denominadas ideas de izquierda y derecha, lo cual no es más que una teorización de esta disputa ideológica que brevemente he señalado. Por ejemplo, en el caso colombiano hay quienes nos reconocemos como una clase social y política y por ende le apostamos a unas ideas en la defensa de nuestros derechos de clase (oportunidades laborales, repartición equitativa de la tierra, mejor inversión social, condiciones de vida digna de acuerdo a lo contemplado en la carta Magna del 91). Pero también y es “normal” que exista otra clase social distinta, con otros intereses y antagonismos de clase (propiedad privada, repartición de la tierra entre unos pocos, menos inversión social, acumulación de capital, etc.), en ese sentido, es evidente que la vida social gira en torno a estos antagonismos y no bajo el discurso de que todos somos iguales, como muchos aún se jactan en sus imaginarios políticos. Zizek, pensador esloveno nos comenta al respecto: “todos tenemos nuestra posición social (de clase), y no existe un nivel cero de humanidad en el que todos seamos iguales”.

Con todo lo anterior, queda la aflicción de una realidad violenta que nos ha tocado vivir y que de acuerdo a estas prácticas sociales se han impregnado en la consciencia política, determinando la forma de actuar y de pensar que trascienden el presente. No obstante, también considero que, en medio de esta lucha de clases, también hay unas relaciones de poder inherentes a toda representación social, que se evidencia en la forma en la que se constituyen no solo las alianzas partidarias, sino en una manipulación excesiva, que absorbe a algunos miembros de una clase y los convierte en lacayos de sus ideas, mostrando tintes megalomaniacos.

Finalmente, la pregunta desde la cual planteo el título del escrito, da paso a la reflexión que he sugerido, además que nos permite seguir avanzando como seres sociales y políticos que somos por naturaleza de acuerdo al legado griego aristotélico, es decir, a la construcción de un universo que nos permita coexistir en medio de las diferencias. Porque “¿De qué sirve nuestra celebrada libertad de elección, cuando las únicas opciones a escoger son seguir las reglas o entregarse a una violencia (auto) destructiva?”  Como se preguntaría Zizek.