“Agua y Aceite”

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Edmundo Jiménez Valest

Edmundo Jiménez Valest

Columna: El Hurón

e-mail: edmundo_jimenez@yahoo.es



Este dicho del común que es muy trajinado, que a cada momento se escucha de boca en boca “Zapatero a tu zapatos” quiere decir ni más ni menos que cada cual tiene la sabiduría para hacer las cosas, aspecto que es de mucha importancia para hacer hacerlas bien.
Lo manifiesto en este escrito por el hecho que se ha puesto como moda o una ola el pretender ser político y coetáneamente administrar la cosa pública. La experiencia, como hecho histórico que es, muestra que en el presente no funciona: ni se es un buen político y mucho menos un buen administrador de la cosa pública. Para probar, tenemos un botón: Santa Marta. Ciudad hermosa por naturaleza, con un impetuoso mar e imponente monte ubicado hacia el norte de nuestro País, como es la Sierra Nevada que en su falda incuba el majestuoso Parque Natural Tayrona. Eso la hace bella y exuberante; no ha necesitado de la mano del hombre para redondear su hermosura, por lo contrario, con la intervención humana, los resultados siempre son nefastos; le ha contaminado sus playas, sus cerros tutelares se los han desaparecidos; su hermosa bahía desapareció con la construcción de una obra muy suntuosa pero desagradable para su desarrollo. Viene de maltrato en maltrato por quienes han pretendido administrarla; le quitaron su colorido que la mantenía esplendida. ¿Pero qué pasó? Y ¿Por qué? Simple, quienes siempre la han administrado, a la vez, han pretendido conjugar el ser político con administrar la cosa pública. Y eso así no funciona, tanto que, aún todavía, se la están robando. Los políticos no han querido entender que esa dualidad es la que ha conllevado a que la planeación territorial urbana-rural, se ha hecho con el beneficio electoral. Entran a la administración siendo administrador y de inmediato se les viene a la mente formar su gancho político, justo con la inversión del recurso público, que son nada más ni nada menos los impuestos de los ciudadanos. Ahí termina el idilio de un programa de gobierno engañoso con el inicio de la planeación y la proyección políticas en el futuro.

Un gerente de un ente territorial sólo puede hacer un solo ejercicio que es el de administrar bien la cosa pública de la mejor manera cumpliendo así el mandato de sus electores y que beneficie a todos los conciudadanos y no pensar en el futuro remoto de iniciar la construcción de un movimiento político que definitivamente le quita legitimidad a la propuesta inicial. Pero no. Para la desgracia de la bella Santa Marta,  los últimos dos alcaldes que la han administrado, coetáneamente han desarrollado actuaciones para la formalización de movimientos políticos pensando en aspirar a otros cargos de elección popular una vez terminen sus periodos como tal.  Cuando se forma esa dualidad- administración- movimiento político- se administra en favor de unos intereses individuales y  no colectivos colocando el presupuesto en la dirección de intereses individuales.

Ese es el mundo de hoy por donde transita Santa Marta la bella entre quien la administra y a su vez, quien se devora el presupuesto por crear su movimiento político para futuras aspiraciones a cargos públicos de elección popular, descuidando unas de las tareas más importante, como es la de colocar a la ciudad al alcance de las más competitiva de la región, pero no fue así. La propuesta que hoy administra a la ciudad de Santa Marta cambió de rumbo; la anterior administración distrital y continuada con la actual, nace como una propuesta avasallante de cambio como quiera que en las tres últimos administraciones no se le había hecho obras capaces de desarrollar a la ciudad en el campo social y humano, pero poco a poco se fue diluyendo: en principio generó condiciones propicias de fortalecimiento del fisco y con ello tener la capacidad económica de desarrollar y ejecutar las obras que mínimamente la ciudad requería. Pero definitivamente cayó en la mezquindad,  igual que los antecesores.  Todos han fallado a la ciudad por el hecho de pretender administrar y a su vez generar las condiciones de  un movimiento político. Implementarle a la ciudad la disyuntiva de administración-movimiento político, es como el agua y el aceite.