Y ¿el cascabel?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Edmundo Jiménez Valest

Edmundo Jiménez Valest

Columna: El Hurón

e-mail: edmundo_jimenez@yahoo.es



 Durante la colonia, sectores de la burocracia, del empresariado y la iglesia se encargaron de administrar los cuerpos para asaltar las almas, la vida íntima y la vida material y espiritual de la sociedad de indios, negros y mestizos. La santa trinidad de funcionarios, familias poderosas y clero, diseñó mecanismo de expoliación, exclusión, soborno e injusticia. Para ello, crearon sus propios aparatos de castigo y de tortura y sus propios tribunales de justicia. Se unieron para controlar la distribución de la tierra y para hacer de  los ingresos fiscales y de todas las estructuras de poder los fundamentos de su hegemonía y su moral. Unidos por el miedo ante las demandas crecientes de la plebe, presionaron a jueces para que no actuaran en derecho y fundaron el principio de que la Ley es “para los de ruana”. Y cuando el miedo de la plebe creció, los altos tribunales y poderes del Estado sentenciaron que la paz había que obtenerse a “ sangre y fuego”, tal como la retomó el partido conservador en los años de 1950, para dirigir, desde el Estado la masacre que dejo más de 300 mil campesinos muertos; más de 1 millón de refugiados, miles de unidades familiares eran destruidas; dislocadas las estructuras de la moral colectiva y abandonadas las formas pedagógicas de la cultura popular que creían como mitos y leyenda en los montes de Colombia.


El mundo colonial aceptó y racionalizó conductas de despilfarro, violencia e impunidad. La difusión de esos valores edificó una cultura del saqueo como atributo fundamental del Estado Colonial y que la República adobó bajo los principios de libertad y orden. Así, a pesar de los controles fiscales, del monopolio y de las medidas restrictivas a la introducción clandestina de mercancía, contrabandistas de toda laya y nivel; los más grandes tenían el aval de las autoridades de aduana y de las comandancias militares de los puertos y pequeñas ciudades.

La ilegalidad y la informalidad se consolidaron gracias al apoyo de altos y bajos funcionarios, y a la solidaridad de gentes interesadas en articular sus rentas a estas formas oscuras de la economía. No en vano, hacia 1630 se decía que “desde el mercader al oficial real;  desde los gobernadores a los propios obispos” habían sido alcanzado por la venalidad y la picaresca. La misma picaresca con qué medios de comunicación del siglo XXI anuncian la resurrección cíclica del despilfarro, del oportunismo, del atraso y del cinismo de nuestras autoridades, políticos, jueces y hombre de bien.

No en vano los medios de comunicación enseñan que en Colombia hay dos gobiernos: el que lideran generales y policías para combatir las castas de la informalidad, la delincuencia y los mundos subterráneos, y el que, vestido de civil, dice gobernar otro medio país de escépticos, contestatarios y deprimidos. Y en medio de ellos el círculo de la farándula y los deportes levantando para construir el olvido y disipar la indignación, el estupor y la vergüenza ajena. Estas son expresiones de Hermes Tovar Pinzón escritas en el Libro “Metáfora de Ambición y Deseo”, texto sobre la corrupción histórica en Colombia desde la época de la colonia hasta nuestros días. Muestra el autor como la corrupción es un fenómeno cultural y de qué manera se preparan para llegar a ella y continuarla mediante las castas de familias y a través de los partidos políticos: ensanchan sus fichas claves; crean centros de estudios superiores donde los forman para gobernar y administrar la cosa pública; se heredan el poder, en especial la presidencia de la República y así de esa manera en todas las ramas del poder público. Para la prueba varios botones: lo que se acaba de descubrir en la Corte Suprema de Justicia, donde están involucrados tres Magistrados; Corte Constitucional con la direccionada de revisión de tutela de Fidupetrol, caso Pretel; caso Fiscalía, Fiscal anticorrupción; caso raficart y Odebrecht. Se observa la manera sistemática y premeditada de corromper las finanzas del Estado. No es casual; no es de Hoy, es cultural. Pero, ¿como enfrentarla? ¿Solo con normas? ¿Educando?¿En los colegios?¿Si no es ahí, donde? Entre todos hay que enfrentarla. Sí, pero como, ¿con quienes? ¿El cascabel?