De los riesgos a los desastres

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alberto Carvajalino Slaghekke

Alberto Carvajalino Slaghekke

Columna: El Arpa y la Sombra

e-mail: alberto.carvajalino@gmail.com



La experiencia reciente de la Región Caribe en la última ola invernal resultó ser de un impacto profundo, que afectará sin duda aspectos de inclusión social, equidad y pobreza, afectando el precario equilibrio entre pobreza y miseria de una vasta porción de la población, con especial énfasis en la de provincia.

Los anuncios recientes del Presidente advirtiendo la intensidad de la época de lluvias que se avecina nuevamente, han evidenciado nuestra exigua capacidad de resilenciacomo sociedad, así como el de las instituciones de gobierno y en especial de aquellas relacionadas con la gestión del riesgo en la región.

Al intentar explicar y aprender de lo sucedido debemos abordar las razones por las cuales actuamos de esa forma y para ello se observaran inicialmentedos aspectos que si bien no explican totalmente un hecho multidimensional, creo nos ayudan a plantear un escenario de discernimiento constructivo que nos ayude en la construcción de un territorio mejor.

El primero aborda el olvido de la geohistoria del territorio, la cual nos enseña las herencias naturales y las particularidades físicas del largo plazo geológico y geomorfológico. El observar dichas singularidades del territorio evitaría de manera elemental, la ocurrencia de desastres. La conciencia en esas características obligaría a entender de manera holística el territorio y no se cometería el error de afrontar los riesgos naturales de manera local y peor aún, de manera inconexa.

Las lluvias, son una constante en la geografía Caribe y nos enseña una relación dinámica en el tiempo-espacio que permite desde la perspectiva de lageohistoria identificar los elementos y dinámicas que se generan a partir de la ocurrencia repetitiva de los hechos naturales y su relación con los colectivos asentados en el territorio, ello es lo que conforma el tiempo social (el tiempo de los pueblos y del gobierno) y el tiempo individual (el de los hombre que conforman las sociedades), tal como lo enseñó Musset. Si este cuerpo de la ciencia y el saber fuera apreciado, se obtendrían lecciones muy importantes que además evitarían que los riesgos se conviertan en desastres.

El segundo punto tiene que ver con la relación riesgo, vulnerabilidad y ordenamiento territorial. Los puntos geográficos de mayor impacto en la pasada ola invernal resultaron aquellos señalados en los análisis de riesgos que reposan en los anaqueles de las instituciones de gobierno tanto locales como centrales; ellos evidencian aspectos de moralidad y ética públicas que deben ser no solo cuestionados, sino penalizados, pero ese aspecto no es del resorte de este artículo.

El interés radica en colocar en perspectiva de construcción la dimensión espacial de los riesgos y catástrofes para su incorporación en los planes de ordenamiento territorial. Una de las manifestaciones más crudas de nuestra realidad cotidiana fue la focalización espacial de las zonas de desastre, advirtiéndose que estos ocurrieron donde las debilidades sociales son más altas, coincidiendo y evidenciando que paradójicamente es en esos lugares donde la debilidad del Estado es incontrovertible y colocando sobre la mesa una asimetría paradójica en los más elementales deberes del Estado.

La explicación de este hecho puede encontrar respuesta en la mercantilización del espacio y la minimización progresiva de los deberes del Estado producto de un malentender del derecho de propiedad, inspirado en el modelo neoliberal, que diverge de las funciones sociales del Estado y que propugna por la maximización de los derechos individuales que impiden y se oponen a las regulaciones de carácter territorial.

Lo anterior implica una minimización de la figura del gobernante y su incidencia sobre la seguridad de los habitantes desde una perspectiva territorial, en donde se evidencia la falta de comprensión del territorio como una realidad que conforma el patrimonio primigenio, el bien común que pertenece a todos por igual y que por tanto es objeto de responsabilidad social.