La bicicleta: siempre por la derecha

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Hace algunos años tuve en mis manos lo que para mí era el primer estudio  sobre “La Bicicleta” en Colombia, elaborado por la arquitecta Gloria Ferro de la Universidad de los Andes. Me llamó la atención, entre otras tantas curiosidades, que las ciudades que más usaban la bicicleta en el país eran Chía (Cundinamarca) en primer lugar y Ciénaga (Magdalena) en el segundo puesto. Un amigo, años más tarde, me lo ratificó: “si quieres conseguir una bicicleta barata y de la mejor calidad vete a Ciénaga, allá la encuentras.”


Ha pasado bastante tiempo desde la preocupación que despertara en la arquitecta Ferro el querer saber y mostrar que tan arraigado estaba el hábito de montar en bicicleta; en Ciénaga, por la cercanía a la Zona Bananera, recobraba inmensa importancia como medio de transporte de los cientos de trabajadores de las fincas ubicadas en este territorio, que desde la madrugada colmaban carreteras destapadas y caminos en busca del sustento de las familias. Incluso antes que expirara el tren carguero o el de “palito”, que salía de Santa Marta y llegaba a Sevilla y a Cataca, “...mucha gente poca plata...”

Ciénaga, por la gran demanda que existía, era, por decirlo de alguna manera, una potencia comercial en la distribución y venta de bicicletas. No sé si aún ostente ese título, pero lo cierto es que con Chía fue pionera de una sana práctica que día tras día recobra el interés de los colombianos como el medio de transporte más eficiente y de mayor sostenibilidad, como disciplina deportiva o mero ejercicio recreativo. Los habitantes de las ciudades de la Costa Caribe seguimos su ejemplo y vimos crecer la afición y el encanto por la bicicleta, sumado al auge mundial de su utilización.

No ha sido fácil. Fueron necesarias muchísimas campañas y hasta algunos muertos y heridos (y las que faltan y los que faltan), para concientizar a las autoridades, a los conductores de automotores, a los peatones y a los mismos ciclistas para que reconozcamos -acatando estándares internacionales- la bicicleta como la segunda prioridad en el sistema de circulación y transporte urbano, después del peatón. Muy sencillo: para el peatón hay andenes, aceras, veredas, senderos y alamedas y, para los carros de servicio público y particulares, están las calzadas de las calles, las vías principales, las secundarias y  las carreteras. Pero no hay suficientes ciclo-rutas o ciclo-vías en nuestras ciudades.

Apenas en octubre de 2016, el Presidente de República Juan Manuel Santos, sancionó la Ley 1811 “por la cual se otorgan incentivos para promover el uso de la bicicleta en el territorio nacional y se modifica el Código Nacional de Transito”, que tiene como objetivos: i. Incrementar el número de viajes en bicicleta, ii. Avanzar en la mitigación del impacto ambiental que produce el tránsito automotor y, iii. Mejorar la movilidad urbana. Una medida que a muy pocos convence, sabiendo que ya no son necesarios los incentivos, porque los más de cuatro millones de ciclistas en Colombia no los necesitan, para convencerse de la importancia que para ellos tiene la bicicleta como instrumento de trabajo, de deporte o recreación.

Más que a los ciclistas, la Ley debería hablarle a los alcaldes y obligarlos para que incluyan la construcción y señalización de ciclo-rutas en sus planes de inversión, para que diseñen políticas que frenen los desafueros de los medios motorizados de transporte urbano, para que controlen los medios ilegales de movilidad y fijen pautas de comportamiento a los peatones.