La dignidad en la política

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Lafaurie Bornacelli

Andrés Lafaurie Bornacelli

Columna: Opinión

e-mail: andreslafaurieb@gmail.com
No sé si reír o llorar al ver tantos políticos de la región apoyando en la actualidad al ¨ganador¨ de la contienda, cuando en las pasadas elecciones no hacían más que hablar mal de ellos, de su incompetencia, de su clientelismo y de sus cuestionables métodos de financiación; pero bueno, no es un secreto cómo compran las conciencias en esta sucia arte y la triste forma de hacer política en la región.

Venderse al mejor postor no debe ser la forma de hacer política, y mucho menos debemos perder nuestro voto en una persona que solo tiene intereses personales ocultos. Muchos de ellos se venden como víctimas, resumen su vida llena de desgracias y, por supuesto, se victimizan en un grado merecedor de un premio a la Academia.

Llegan las elecciones y solo hay un ganador, no el mejor, pero ganó al final. Con un abrir y cerrar de ojos vemos de Secretario de Despacho al candidato B, de Asesor al candidato C y de director de algún órgano dependiente del despacho al candidato D. Todos ríen, todos celebran y todos se olvidan de sus promesas de campaña, de sus argumentos en contra de los demás contendientes y más preocupante aún, se olvidan de su propia dignidad y responsabilidad con el elector.

La política se ha visto como el camino fácil a la riqueza y el poder. A ellos les gusta disponer de una cartera pública para pagar sus compromisos financieros con los aportantes de campaña, les enferma la idea de poder controlar a media clase política de la ciudad y de tenerlos haciendo lobby buscando un contrato para su hijo, sobrino, primo, cuñado o para ellos mismos (cuando la dignidad no es su mayor virtud).

Lo más preocupante de esta creciente, no nueva, forma de hacer política, es que ha tenido tanta acogida que muchos solo desean entrar a la política para asegurar un futuro lleno de lujos, carros blindados, escoltas, invitaciones, viáticos, erario y pleitesía.

El agente político debe estar encaminado a proteger, preservar y mejorar la calidad de vida del elector, de la sociedad, de los verdaderamente acreedores de todas las inversiones del erario, pero nunca se debe tener como política personal el favorecer al funcionario X que le apoya sus vagabunderías, al que le maneja su cuenta de Facebook, al empresario Y que busca la pavimentación de la entrada principal de su negocio o a quien ejerció su cargo en el período anterior y ahora quiere aspirar al Congreso.

PD: Si quiere ser rico, hágase empresario. La política es para servir al pueblo.

¡Feliz Martes!

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