Prudencia y ética con las denuncias

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



La mayoría de columnas de prensa de las últimas semanas hablan de la corrupción reinante en varias entidades estatales en cabeza de un buen número de funcionarios públicos y contratistas. Sin duda es el tema de moda en Colombia con sobradas razones. No seré la excepción con mi columna de hoy, pero lo abordaré de otra manera que creo necesaria: escribiré sobre los no corruptos.

Las noticias sobre distintas formas de corrupción en muchos entes públicos de todos los ámbitos no cesan, y al parecer la cascada no terminará por ahora. Es una realidad triste y por supuesto hay que divulgarla, investigarla, juzgarla y castigarla. Pero está quedando la idea de que son muy pocos los funcionarios públicos y contratistas del Estado que no son corruptos y me opongo rotundamente a esa imagen.

Quizá no sobre decir que no escribo este comentario para defender a ninguno de los actuales acusados, ni más faltaba, quienes me conocen o me han leído saben que soy directo y no tengo temores en señalar la corrupción de todo tipo, pero ante semejante tsunami de noticias creo que los ciudadanos, en especial los jóvenes, no se pueden formar un concepto general falso: que el Estado y las instituciones son un nido lleno de ladrones por todas partes menos por ninguna.

Además, mucho cuidado, hay otro tipo de corrupción y perversidad quizás más dañina, que aunque siempre se ha presentado, en estas épocas confusas de carnavales de carruseles y escándalos es más susceptible de darse: cuando los encargados de acusar, investigar, informar u opinar señalan y hasta se ensañan contra funcionarios probos o instituciones en sí, a veces motivados también por dinero, otras por venganzas o ánimos políticos, y en muchas ocasiones por sensacionalismo vendedor. Por eso hay que tener prudencia y ética, tanto por parte de los medios como por los funcionarios fiscalizadores e investigadores.

Por tal razón, en el caso de los medios es necesario, como escribió hace poco en su columna Carlos Castillo Cardona (Eltiempo.com, 16-2-11) saber -si lo hay- quién es "el amo de las palabras" de periodistas y columnistas, tanto de los que ensalzan como de los que critican.

Por otro lado, urge enseñar a los ciudadanos cuándo los fiscales, jueces y órganos de control llaman a una persona a declarar como testigo o sindicado, a declaración libre y espontanea, qué es indagación preliminar, y en general que aprendan a diferenciar los tecnicismos jurídicos de cada llamado y condición, pues hoy con sólo pasar por la puerta de un juzgado llegan las condenas públicas.

Sé que no faltará quien me haga el comentario de siempre: no sea iluso o soñador, y hasta habrá quien diga que estoy con los corruptos. No importa, simplemente soy sincero y expreso lo que sé: conozco muchísimos funcionarios y contratistas honestos, de hecho, son la mayoría.

No es cierto que todo el mundo tenga un precio y mucho menos que "la corrupción es inherente al ser humano". No es cierto que todos los colombianos llevamos un corruptico (ni menos un paraquito) en el corazón. En Colombia cunden los hechos de corrupción, sí, pero a Colombia no se la están robando, y la clase política no está podrida. Eso sí, pienso como el ex presidente Turbay: hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones, pero mi opinión es que esas justas proporciones son cero.

Hablo con profundo y comprobado conocimiento de causa. Eso sí: no tengo por qué felicitar a los honestos, es apenas su obligación.