Corpamag mal vista, mal calificada y mal realmente

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Edward Torres Ruidiaz

Edward Torres Ruidiaz

Columna: Opinión

e-mail: bancoverde@gmail.com



Difícil encontrar una entidad que congregue malos resultados y mala imagen como lo hace Corpamag. En cualquiera de los municipios del Magdalena se coincide en su inoperancia además de que apenas hace presencia en cuatro de estos. Y parece que nada les sale bien.


En el reciente Foro en la Unimagdalena, fue dramático el careo entre el director de Corpamag y los pescadores de la Ciénaga Grande cuando estos llamaron “mentiras” a los dragados que minutos antes el funcionario reportó haber realizado. Ante la presión no tuvo otra que reconocer la “incapacidad” de la entidad para manejar la situación. Las diarias fotos de pescados y mangles muertos y pueblos desplazados por el hambre son evidentes.

La otra visión del problema, la más concreta, son los resultados, en lo que también le va mal a Corpamag: El nivel de salinidad de la ciénaga grande es de 69 gr/lit. (casi el doble del agua de mar), el nivel de oxigeno de 0.6 mg/lt (menos de la sexta parte requerida para la vida), se han perdido más de 25 mil has de manglar, 1800 en los últimos dos años (fna, Invemar) y el volumen de pesca ha caído 50% en los últimos 20 años.

Esa tendencia coincide con el último estudio nacional del Agua – ENA (IDEAM), que califica más del 60% del territorio del Magdalena en indicador alto de aridez (después de La Guajira el departamento Caribe con mayor área en esta condición), más del 70% del departamento en nivel bajo de retención y regulación hídrica, la amenaza de inundación por repitencia del fenómeno de La Niña para los pueblos ubicados en la ribera del río Magdalena es la misma del 2010 y, a pesar de constituir una de las zonas de mayor potencial hídrico, casi la mitad del departamento del Magdalena (subregiones norte, del río y Santa Marta) tienen una alta probabilidad de desabastecimiento hídrico, entre otros factores por la presión de uso de las comunidades, contaminación, sedimentación y presión sobre ecosistemas (léase gestión ambiental).

Así las cosas, si le va mal a las afortunadas subregiones Norte y Santa Marta, a quienes Corpamag dedica más del 70% de su inversión, peores perspectivas amenazan a subregiones y ecosistemas igual de importantes, como la ciénaga de Zapatosa, discriminadas con pequeñas o ninguna migaja de su presupuesto, cuyos malos resultados no atraen la parafernalia mediática del norte: En El Banco el bocachico desapareció de la mesa de los más pobres y como fuente de empleo (la pesca disminuyó 90% desde 1980) y los playones y humedales están desforestados e invadidos por actividades y construcciones ilegales que ya ni dejan ver el atardecer. Pero a pesar de los millonarios aportes por sobretasa que los banqueños le pagan, Corpamag no se gasta ni una oficina en ese municipio.

Y aunque ahora Corpamag quiere lanzar la pelota de su crisis al gobierno nacional, nada esconderá sus malos resultados: mal en control, mal en gestión y mal en prevención. Y cuando coinciden las quejas y las malas calificaciones con el mal resultado, no hay duda de que este estudiante tiene el año perdido.

Hay fallas estructurales, como la absurda departamentalización de la jurisdicción de las CAR, que hoy coloca al río Magdalena como límite entre las CAR en lugar que sus cuencas integrales sean la base de una sola y otra para administrar Zapatosa y los humedales del sur. La unidad ecosistémica debe ser la base de cualquier propuesta de ajuste estructural de las CAR, aunque en este país se sigue soslayando cualquier propuesta de reordenamiento territorial, haciéndole inconscientemente el juego a quienes se benefician de sus costosos absurdos. Pero evitar que el gobierno central siga entregando las CAR como botín de politiquería, es la difícil tarea que hoy suena imposible.