Las buenas palabras

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



En la medida que vamos madurando, establecemos como norma esencial en nuestro estilo de vida el "no hablar mal de los amigos".

En Santa Marta se hace verdaderamente necesario apropiarse de dichas disposiciones, porque el carácter destructivo que se utilizan en nuestras calles, carreras, clubes y sitios de reuniones y esparcimientos, nos daña irreparablemente, especialmente cuando son propiciados por ciudadanos, que seguramente nunca tienen la razón y siempre están enterados de todas las acciones de los demás.

Algunos no, la mayoría despotrican de los fracasos o éxitos de los demás y toman la vocería con una exclusiva autoridad, como testigos imperdonables, nunca enmiendan los comentarios cuando son tomados por embusteros y farsantes. Si fulano triunfa, está en boca de todos por un buen rato y de maneras, egoístas, si tiene éxito en un legalizado negocio, no deja de entrever dudas a dichas negociaciones.

Aquí las presunciones abundan por doquier, generalmente quien prospera o es narco, o está robando o haciendo chanchullos o está tumbando a alguien. Se roban los atracadores de verdad, millonarias sumas de dinero, utilizando la fuerza y las armas y en la ciudad, no hay quien deje constancia, que "alguien del banco debe estar vinculado a dicho atraco".

Debemos aprender hablar bien de nuestros amigos y de la ciudad, cuando se hable mal de alguien que sean las autoridades y los estamentos judiciales quienes, escriban y procedan a enjuiciarlos y descalificarlos por sus actos. El paso definitivo y conveniente es hablar bien de los amigos, aún cuando sean nuestros enemigos por razones competitivas, profesionales, políticas, financieras o judiciales.

Tenemos que aprender a respetar a nuestros contendores, provengan de donde provengan, porque generalmente estamos en el mismo nivel, de quienes descalificamos y hablamos absurdamente e irresponsablemente. Parecería ser que hace parte de la ciudad, el hablar mal o groseramente de los amigos. Preocupante manía de irreparables daños, que tenemos que extirpar.

El trato dado a los personajes públicos por parte de algunos ciudadanos, no es el correcto y llama poderosamente la atención, su especial resentimiento y envidia, que demuestra sin aspavientos y sin preocupación alguna. Son estereotipos especiales que logran fomentar en la sociedad un lenguaje dolido y amargo propio de quien, codicia, odia y envidia.

Se consideran vigilantes de los importantes personajes de la vida pública y privada de nuestra ciudad, que atacan de maneras desmedidas y cobardes.

Jamás respetan sus derechos, no actúan de frente, nunca dicen con exactitud, ni veracidad alguna, sus comentarios. Están más revestidos de malas intenciones y anheladas ambiciones, que de verdaderas muestras de amistad y cordialidad.

Generalmente son malas opiniones, que disparan y pretenden dañar la imagen de los buenos ciudadanos. Siempre son inocentes de los que se les acusan o investigan y entonces "A fue que a mí me dijeron que él había robado", pero nunca sabemos quién se lo dijo, ni cuándo.

Ataca bruscamente el modo de ser de las personas sus actitudes y hasta la de su familia.

Son exageradamente duros con los buenos ciudadanos, desvergüenzan a todo el mundo, sin contemplaciones de ninguna índole, no les importa ni les preocupa el daño que profieren con los innegables chismes e irresponsables opiniones.

Al final nunca son testigos, ni han visto nada. Si a los importantes personajes de la vida nacional que nos visitan, se visten de color verde, en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Muy seguramente al día siguiente están diciendo que dichos personajes, estaban vestidos con prendas militares.

Por estos ejemplos debemos sobreponernos a estas desagradables costumbres, que más denotan ser miradas con irresponsabilidad, por las malas intenciones y comentarios, cuando se convierten en chismes y acusaciones deteriorando a los ciudadanos; que verdaderos aportes a nuestras hidalguías de hombres consolidados por la educación que hemos adquirido en esta noble, culta y respetable ciudad.

Tenemos que actuar con mucho juicio, cuando se habla de nuestros ciudadanos, las palabras mal habladas siempre se toman incandescentes y debemos usarlas con mucho tino y con especial juicio, cuando nos referimos a ciudadanos y personajes, que seguramente con todo el derecho actúan en el espectro político y social de nuestras regiones, gústenos o no.

Debemos tener mucho cuidado. Las buenas palabras han sido dadas al hombre para que mostremos las calidades de nuestros espíritus, aunque los cínicos y rumoristas se disputen diciendo todo lo contrario. De manera que jalémosles al respeto y hablemos bien de nuestros ciudadanos y de la ciudad.