La ambivalencia calculada de Ángela Merkel

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



Con frecuencia los gobernantes toman, o se ven obligados a tomar decisiones difíciles de comprender, y más aún de aceptar, por parte de la opinión pública.

Con explicaciones elásticas hay jefes de gobierno que resultan adoptando posturas de tono claroscuro que parecen rondar los límites de la insolencia. Solamente ellos conocen los motivos que les han llevado a ir aparentemente en contravía de valores que han jurado defender. Parecería que es parte del precio que deben pagar por el ejercicio del poder. El fondo del problema es el de la contraposición de principios no renunciables. Cualquiera que sea la opción que prefiera el gobernante, le puede acarrear desprestigio con unos u otros, y puede sentar precedentes generadores de dificultades mayores.

 

Cuando el comediante alemán, Jan Boehmermann, dio lectura pública a un “poema” en el cual acusaba al presidente de Turquía de oprimir a las minorías, golpear a los kurdos y abofetear a los cristianos en su país, además de incurrir en prácticas sexuales aberrantes, no pudo calcular las consecuencias que su chiste pesado podría traer en la Alemania del siglo XXI: la canciller Ángela Merkel, en atención a la solicitud expresa del presidente turco, terminó por autorizar el enjuiciamiento del autor de la sátira, sobre la base de un precepto del Código Penal que data de 1871, cuando se adoptó para garantizar el respeto hacia soberanos reinantes en otros países y que después se extendió a jefes de Estado no miembros de familias reales, como Erdogan, lo mismo que a organismos o representantes de otros estados, siempre bajo la condición de que hubiese solicitud de la parte “ofendida”.

De índole y tradiciones muy diferentes, aunque les unan relaciones intensas, los estados turco y alemán han acostumbrado a reaccionar de manera muy distinta ante las sátiras irrespetuosas dirigidas a los gobernantes. La Alemania Occidental de la postguerra, y de la post reunificación, ha sido tradicionalmente flexible, respetuosa de la libertad de expresión y tolerante con diferentes expresiones políticas. Turquía ha sido tradicionalmente más severa y está ahora mismo gobernada por un grupo político de corte radical que, al verse en dificultades, tiende a reaccionar con toda contundencia.

El Presidente turco hizo “resucitar” con su reclamo el mencionado artículo de la ley penal, en desuso en la tradición alemana contemporánea, desconocido por muchos y causante de molestia entre las mayorías que prefieren la vigencia y la práctica de una amplia libertad de expresión. Molestia de la que participan varios ministros del gobierno de coalición, como es el caso del Ministro de Relaciones Exteriores y de otros miembros socialistas del gabinete. La misma posición recibe el respaldo arrollador de las mayorías ciudadanas, sin distingos de partido, según las encuestas, de manera que la Jefe del Gobierno se enfrenta a una situación inédita y difícil de explicar.

La dificultad del manejo del incidente aumentó en cuanto se presentó justo en medio de la agria discusión entre Turquía y la Unión Europea respecto del tratamiento de la crisis de los migrantes, que cruzan por territorio turco para meterse después en Europa. Asunto cargado de susceptibilidades, que trajo a cuento una vez más los dilemas de la pertenencia de los turcos a la Europa institucional, y que aparentemente fue arreglado con éxito justamente por la señora Merkel. De manera que no faltaron las acusaciones de haber cedido en materia de respeto a la libre expresión a cambio de que los turcos reciban a los migrantes devueltos por Europa.

La Canciller ha explicado que el hecho de haber dado vía libre al enjuiciamiento simplemente cumple con una norma vigente, cuya abolición ella misma se propone obtener en el futuro cercano, y ha hecho claro que su decisión administrativa no califica en ningún sentido el proceder del comediante, porque, subraya, es a los jueces a quienes corresponde decidir sobre la calificación de la conducta del comunicador. Explicaciones que parecerían todas muy colombianas, en el sentido de hacer movimientos de motricidad fina con la esperanza de dejar contentas a todas las partes. No obstante, a diferencia de Colombia, es posible que el gesto de la Jefe del Gobierno alemán no deje cerrada y “en tablas” la discusión, sino que el aparente desacierto, o al menos la ambivalencia del gesto político, traiga consecuencias posteriores, tanto internas como exteriores. En el primer caso, en cuanto a la vigencia de su liderazgo como jefe del gobierno. En el segundo, por ejemplo, en cuanto a su posible candidatura a la Secretaría General de las Naciones Unidas, ahora que muchos la hacen figurar dentro de las candidatas a participar en el concurso para competir por el puesto bajo la nueva modalidad de selección que pretenden echar a andar.