Ciénaga: notas electorales (3)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Establecer instituciones y gobernantes deseables por medio del voto popular tiene su precio. En realidad, en asuntos políticos ninguna ventaja es absolutamente ventajosa. Quien no tiene razones en el momento de elegir puede tener arrebato emocional pero no acierto. Confundirá la suficiente buena intención depositada en las urnas con la retórica de los truculentos. Por eso la primera obligación del elector es aprender a ilustrarse sobre quiénes son y qué representa cada uno del tumulto de candidatos. Una tarea nada sencilla pero indispensable para no tener que arrepentirse con el correr del tiempo.

Cuando no prestamos atención adecuada a los candidatos (su hoja de vida tanto privada como pública), se nos termina yendo la mano en el consumo de un coctel que por delicioso que parezca puede resultarnos indigerible. ¿Cuántas veces nos ha resultado peor la medicina que la enfermedad? O lo que es mucho más grave: peor el médico que la medicina. Lo último ocurre cuando en vez de curarle al paciente la enfermedad se la agrava y, de paso, le provoca otras de peor pronóstico.

Uno de los tantos mitos que influye en nuestros electores es el de la utopía demagógica y populista. La utopía le cierra la cabeza al elector porque deja todo su futuro en manos de quien o quienes le han prometido salvarlo. La utopía convoca a la gente a la inacción o a la desesperación al darse cuenta que nada ha sido tan bueno como fue prometido. Es preferible entonces que el elector tenga ideales políticos, dado que éstos estimulan el deseo de intervenir y de perseverar en una actitud de ciudadanos atentos y activos. Cuando se tienen ideales políticos no sólo se intenta mejorar la condición humana (bienestar personal) sino a la sociedad humana (bienestar colectivo). No sólo mejorar lo que los hombres son sino a las instituciones de la comunidad en que viven.

El candidato que ofrece cosas absolutamente nuevas está delatando su falta de sinceridad con el elector. Es seguro que responderá como gobernante ante las exigencias para que cumpla lo que había prometido que "peor estábamos antes" (síndrome del retrovisor). Desde luego que tener ideales políticos significa tener que desarrollar una alta capacidad de raciocinio que nos permita identificar en su debido momento a aquellos visionarios 'arregla todo'. A aquellos que ven todo claro cuando más oscuro está todo.

Otro de los mitos está dado por el frecuente despotrique de la política y los políticos. Muchas veces se dice que es mejor votar por un médico, un ingeniero, un arquitecto, etc., porque los políticos están acostumbrados a engañar a la gente hasta estando dormidos. Ni lo uno ni lo otro es absolutamente cierto. Si miramos lo que ha venido ocurriendo durante varias administraciones, todos pueden tener los mismos defectos o las mismas virtudes. Sin embargo, el político de formación (aquel que se prepara para gobernar bien) es quien está en mejores condiciones para asumir la responsabilidad de gobernar cualquier ente político-administrativo del país. Un buen médico, por ejemplo, puede terminar siendo un petardo como gobernante, cumpliéndose así a plenitud el llamado 'principio de la incompetencia'. Es como entregarle un avión a un piloto completamente borracho.

La política y los políticos son imprescindibles para gobernar. La vida humana no nos permite hacer uso de simplificaciones abusivas para pensar que cualquiera que diga tener buenas intenciones termine gobernando. Lo importante es tener una visión de conjunto. Los seres humanos no somos como los bonsáis: más bonitos entre más pequeños. Quien simplifica los problemas y necesidades de una comunidad si acaso estará preparado para actuar sobre el ahora, pero no sobre el mañana. Somos un bosque de seres humanos que para poder ser entendido se requiere de una mirada política que no sólo nos garantice vivir como humanos sino también con otros humanos. O sea: en sociedad, con las instituciones y las normas que sean necesarias.

Fueron los griegos quienes dijeron que aquellos que reniegan de los políticos y no se 'meten en la política' eran 'idiotas'. Una palabra que significaba ser una persona aislada. Una especie de cusumbo solo que se pasa renegando contra la política sin resolver nada. Dedicada a sus pequeñeces y manipulada al fin de cuentas por toda clase de políticos y funcionarios públicos. El hecho de que Aristóteles haya dicho que el hombre es un 'animal político', no puede entenderse que los políticos sean unos animales como creen algunos. Sin embargo, el primer error de estas aseveraciones está dado por la generalidad. En el mundo existe de todo y nadie está exento de tener entre sus filas una manada de lobos disfrazados de ovejas blancas. En una democracia todos somos políticos de manera directa o por representación de otros. Incluso los políticos se parecen bastante a quienes votan por ellos y a quienes viven despotricando de la política. Por eso casi todos los políticos, especialmente los más descompuestos, siempre dicen que el pueblo está con ellos apoyándolos con entusiasmo. Entre los políticos los habrá decentes y preparados como también deshonestos y descarados. La política no es otra cosa que un conjunto de razones para obedecer (cuando las cosas se hacen bien) o un conjunto de razones para optar por la sublevación. La política y los políticos nunca tendrán edad para jubilarse.