Una ventana a medio abrir

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



El ejercicio del gobierno presenta oportunidades, y también obstáculos, que con frecuencia llevan a que la acción del gobierno tome un rumbo distinto del que se esperaba.

Son los riesgos de un modelo de representación política imperfecto, que de pronto va a cambiar algún día al ritmo de los controles que se puedan ejercer sobre los gobiernos gracias a las redes sociales. Mientras esa opción se vuelve realidad, en una u otra parte los ciudadanos correrán el riesgo del desencanto, y también se podrán encontrar con la fortuna de un trabajo mejor y más atinado que el que se esperaba.

Luego de los acuerdos “multipartes” con los Estados Unidos, Rusia y otros países europeos, y del consecuente levantamiento de las sanciones que apartaban a Irán de procesos importantes de la vida internacional, muchos tuvieron la impresión de que se había dado una especie de nueva señal de partida, no solo respecto de las oportunidades exteriores del país sino también en cuanto hace a su proceso político interior. De alguna manera se entendió que cobraría otra vez vigencia la competencia entre radicales de la revolución islámica, partidarios de una actitud moderada y, veladamente, partidarios del tránsito hacia un modelo diferente.

Los ases del nuevo juego estarían aparentemente en las manos de Hassan Rouhani, presidente de la República, que orientó desde Teherán el proceso de negociación del desbloqueo internacional. Si a ello se suma el avance de la tendencia que él representa en las elecciones recientes, la oleada de sus éxitos haría presagiar cambios adicionales al interior de la República Islámica. Pero las cosas allí no son tan fáciles como si se tratara de un régimen parlamentario clásico. Las complejidades del sistema iraní, cuyo parlamento no es organismo legislativo supremo, no permiten esperar demasiado de ese cuerpo colegiado, y aún del Presidente de la República, condicionados ambos a otras instancias, marcadas por el compromiso con el Islam y con la revolución.

El bloque tradicional, asentado en el control del aparato estatal, no tiene por qué estar necesariamente dispuesto a acceder a cambios que impliquen debilitar la primacía del extremismo teocrático para dar vía libre a prácticas que signifiquen desviación de un rumbo que satisface a los supremos líderes y les mantiene en el poder. Siendo así las cosas, el éxito momentáneo de la línea de Rouhani, que parecería ser la del cambio, no debe dar lugar a ningún tipo de euforia. Y si bien es posible que en el nuevo parlamento se configure una alianza entre reformistas, centristas y conservadores pragmáticos, las posibilidades de cambios sustanciales son precarias. No otra cosa se puede esperar ante la debilidad institucional del Majlis, frente al poder de los revolucionarios radicales, con asiento en la Asamblea de Expertos, llena de clérigos, entre quienes ya se presentó una reacción muy dura en contra del acuerdo mismo que levantó las sanciones de otros países. Pero sobre todo será difícil en cuanto el modelo político del país confiere al Supremo Guía de la Nación poderes muy superiores a los del Presidente y a los de los cuerpos colegiados. De manera que la llave del cambio seguirá en manos del Ayatola Supremo Alí Khamanei.

Para el mundo es mejor, más realista, más estable, menos ficticio y más favorable a la paz y la armonía internacional, que Irán encuentre simplemente su propio modelo de garantía de libertades individuales, y que se sintonice cabalmente con las necesidades de la seguridad internacional, esto es que no siga soportando a tiranos como Assad, y que alivie sus tensiones con Saudi Arabia e Israel. Pretender algo diferente, y particularmente esperar que Irán se convierta en corto tiempo en lo que no ha sido y no está cerca de ser, es iluso, desconocedor de su historia, irrespetuoso de una tradición milenaria, inconducente, impracticable, anacrónica e imperial. Hassan Rouhani gobernará entonces como pueda más que como quiera. Y buena parte de sus seguidores, partidarios de una apertura política, pueden quedar desencantados y pensar que todo lo que han conseguido con su triunfo es una ventana de oportunidad a medio abrir.

Pero tampoco hay que engañarse con la visión restringida de las posibilidades de cambio al interior de la vida iraní. Porque si bien desde el punto de vista político e institucional las opciones son ahora limitadas, las circunstancias de la vida cotidiana presentan un panorama que, en el mediano plazo, puede ser más favorable. Los partidarios de un régimen más abierto no cesarán en su empeño y ejercerán presión por todos los medios. El descontento puede crecer más rápidamente que la satisfacción. Migrantes iraníes tocan a las puertas de Europa dentro de la desbandada del momento entre los pueblos en crisis del Medio Oriente, y esa es una señal inequívoca, así sea aislada, de insatisfacción. La apertura internacional es un conducto de doble vía que activa nuevas ilusiones y oportunidades. Y en el bloque del poder se pueden abrir paso nuevas alternativas. De manera que tarde o temprano la ventana se podría abrir de par en par.