Santa Marta llora

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Sean quienes fueren las víctimas -y también los victimarios- todos los asesinatos son aborrecibles. Por eso trato de evitar escribir sobre homicidios concretos, pues no quiero dejar dudas sobre mi rechazo a la totalidad de los crímenes por igual. 

Cada sector social protesta cuando uno de los suyos es asesinado, y tiende a denunciar que se trata de un plan o de una situación de indefensión de sus integrantes. Aunque así es a veces, por lo general no lo es, para mal o para bien.

 Pero hoy sí escribo sobre un asesinato que nos tiene conmocionados en Santa Marta y en su alma máter: el de Lina Payares Sanjuanelo. Recibió un disparo en el corazón cuando se opuso a que dos hombres en moto le robaran su portátil y su celular.

Lina, de 21 años, estaba culminando Ingeniería Ambiental y Sanitaria en la Universidad del Magdalena y auguraba un futuro exitoso para ella, su esforzada madre y la sociedad. Pero todo terminó cerca a su casa al mediodía del pasado viernes cuatro de febrero, entre las brisas samarias serranas y caribes que por esta época refrescan la ciudad de Bastidas.

En enero hubo conmoción nacional cuando asesinaron a dos estudiantes en San Bernardo del Viento, y hace poco a otros dos en Cereté. Y ayer y desgraciadamente mañana y pasado mañana, por nada o mucho han asesinado y asesinarán a muchos colombianos. Ojalá los columnistas pudiéramos escribir sobre cada víctima, pero las columnas serían siempre obituarios y lamentos, que aunque nos urgen no traen soluciones.

Absurdo discutir si la pareja bogotana de estudiantes asesinada a principios del año era más importante que los dos jóvenes acribillados en Cereté, como reclamó el Alcalde de este municipio aduciendo que la recompensa que ofrecieron por los asesinos de la primera fue mayor que la prometida por quienes mataron a los segundos.

No sé para algunos cuánto valía Lina Payares, ni cuánto valgan los campesinos ni los guerrilleros ni los soldados y policías, ni los sindicalistas ni los maestros en esta macabra bolsa de valores de la vida. Más bien creo que no valen, porque simplemente la vida es invaluable.

Otra cosa es que ofrezcan más o menos recompensa por informaciones sobre los asesinos de algunos que sobre los de otros, otra cosa es que paguen más o menos dinero a un sicario por matar a un ciudadano o a otro, y otra cosa es el valor económico que por una u otra razón genera el asesinato de alguien. Pero eso no es lo que indica cuánto valen los asesinados.

Si vamos a eso, Lina Payares Sanjuanelo valía lo que cuestan un portátil y un celular: fácil de tasar leyendo los cientos de catálogos y avisos publicados sobre los más variados artefactos similares. Cuando el lector lea esos catálogos piense entonces que eso vale una estudiante, usted o cualquier ciudadano; eso y hasta muchísimo menos.

Eso era Lina para su asesino, y ligeramente se dirá que por haber forcejeado con éste eso también era Lina para ella misma: es que era su medio de vida, la herramienta con la cual estaba sacando adelante su vida, y esa vida se la iban a quitar como efectivamente sucedió: se llevaron a ambos, al portátil y a Lina.

Pero si hablamos de valores verdaderos por supuesto que Lina valía -aún vale- mucho más que eso, como también la pareja de estudiantes de Bogotá y los dos de Cereté, para hablar sólo de los asesinatos más recientes y conmovedores por su carácter y divulgación. Y valían y aún valen más que una recompensa, que además son de dudosa utilidad y suenan a tardías medidas oficiales para la galería.

¡Cómo nos duele Lina! El viernes en la mañana estaba como muchos de nosotros en el hermoso campus verde de la Universidad del Magdalena, quizás riendo, conversando, quizás en clases.

Estaba aquí en esta universidad donde apenas culminaba su preparación inicial para proteger la vida en todas sus manifestaciones por medio de su Ingeniería Ambiental. Pero eso no le sirvió para proteger su vida, y quién sabe cuántas vidas más se perderán por su pronta partida. "Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada".