Los ausentes nunca tienen razón

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Juan Galán Pachón

Juan Galán Pachón

Columna: Opinión

e-mail: prensa@juanmanuelgalan.com



Mi padre Luis Carlos Galán decía: "los que compran votos, atropellan la libertad política de los colombianos y generan violencia". Yo agregaría que el que vende su voto, se convierte en cómplice de los primeros y empeña su futuro y el de su familia.

 

Los desafíos a los que nos enfrentamos en las próximas elecciones son muy grandes: Desde el uso de la fuerza y la intimidación contra los electores, pasando por graves denuncias de corrupción en los procesos de elección, hasta la apatía de ciudadanos que deciden vender su voto, a empresas políticas.

Empecemos por los primeros: el uso de la violencia, la intimidación y la corrupción se han convertido en  irregularidades electorales constantes en los procesos de elección. La Misión de Observación Electoral -MOE- acaba de publicar el mapa consolidado de riesgos electorales para las elecciones de 2015 y según el informe, alrededor de 204 municipios presentan algún nivel de riesgo electoral. Especial atención merecen 10 municipios del país que según el estudio de la MOE, se han mantenido durante 13 años en riesgo extremo.

Entre ellos aparecen Ituango en Antioquia, La Montañita y San Vicente del Caguán en Caquetá, San José del Palmar en Chocó, Algeciras en el Huila, Uribe en el Meta, San Calixto y Tibú en Norte de Santander y Arauquita y Fortul en Arauca.

Frente a los riesgos de violencia y corrupción, el mejor antídoto es la participación electoral, la superación de la apatía y el aumento del nivel de exigencia de los ciudadanos a sus autoridades locales.

Es urgente superar el sentimiento de impotencia que inunda a algunos electores que ven cada vez más distante la solución de sus problemas cotidianos a través de la administración pública.

Es en los gobiernos locales y en la vida común, donde se construye la democracia, donde se combate la corrupción y  se obliga a que las autoridades públicas no sean  empresarios en busca de un interés particular.

Sabemos que el punto más débil de una democracia es la apatía de sus ciudadanos y que esta, se convierte en una complicidad velada de  prácticas fraudulentas.

Por eso, no solo hay que denunciar a quienes compran el voto, sino también hacer un llamado a no venderlo, por el contrario, a pedir el  tarjetón, marcarlo y depositarlo en las urnas, como signo de resistencia y oposición a la corrupción. Los ausentes nunca tienen razón.