Dialoguemos por una educación de alta calidad

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Escrito por:

Eduardo Verano de la Rosa

Eduardo Verano de la Rosa

Columna: Opinión

e-mail: veranodelarosa@hotmail.com



No se superan las causas que generaron el largo conflicto armado no internacional que el Estado y las Farc pretenden resolver en La Habana, sin educación de alta calidad.
Este consenso generalizado requiere de una educación con unas condiciones materiales y políticas que permitan su diseño e implementación.

Una educación de alta calidad es imposible construirla sin las herramientas que le permita ser una realidad. Una máxima deliberación pública nacional y regional es condición previa para construirla.

Estructurar una educación de alta calidad no es una dádiva de los gobiernos para la sociedad; por el contrario, es un compromiso internacional que tiene que cumplirse como exigencia de Naciones Unidas que, en política derivadas de la garantía de la realización de los derechos humanos, tienen que desarrollar los Estados. De hecho, las instrucciones de Naciones Unidas obligan a los países.

El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas instruyó a los países el 3 de noviembre de 1999 sobre cómo debería implementarse el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales para garantizar el derecho humano a la educación. Las recomendaciones son un instrumento de obligatorio cumplimiento.

En texto dice: "(…) en la práctica las condiciones generales de trabajo de docentes ha empeorado y en muchos Estados Partes ha llegado en los últimos años a niveles inaceptablemente bajos.

Esta situación no sólo no se corresponde con el apartado e) del parágrafo 2 del artículo 13 sino que es un obstáculo para la plena realización del derecho de los alumnos a la educación".

No es un secreto que de tiempo atrás las condiciones materiales de los docentes de los sectores públicos y privados deben ser mejoradas.

Ellos y ellas, por regla general, carecen de estabilidad, carrera docente, buenos salarios y oportunidades de mejoramiento académico, incluso, sus relaciones laborales no son anuales ni semestrales, a muchos ni siquiera los protege la ley.

Revisar esta situación real de los docentes a nivel nacional, regional y local requiere de una amplia y democrática deliberación pública. No se puede remplazar tal deliberación con políticas de imposición de autoridad. El diálogo es el único camino.

Ya Aristóteles decía que el hombre es un ser que habla. Sin el habla no es posible la construcción de razones, por lo que es inconcebible que en esta situación que se enfrenta la docencia en el país, las autoridades estatales se nieguen a dialogar bajo el pretexto de que los maestros están en huelga.

Esto es ignorar la cruda situación que si no protestan nadie les presta atención ni los atienden, es por lo último que están en huelga.

Reconocer que la huelga es una consecuencia del grave deterioro social y económico de los docentes, ajeno a la voluntad de estos, es algo que tiene que hacerse ya. No nos podemos negar al diálogo con la Fecode porque están en huelga. Es peor que no hacerlo con la guerrilla porque están levantados en armas.

Se dialoga con la insurgencia y no con los maestros, no es una buena señal. Nuestro futuro está en manos de nuestros maestros. La construcción de una política pública de educación de alta calidad es una pieza clave para erradicar una de las condiciones que generaron el conflicto armado asfixiante en el que estamos inmersos.

Esta política tiene que construirse con consensos entre los docentes y sus organizaciones, con huelga y sin huelga, pero en el diálogo inter-comunicativo, plural, con una actitud y un esfuerzo de ambas partes sin autoritarismo y medidas estatales de fuerza.



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