El mundo le dio el último adiós a la reina Isabel II

El féretro de la Reina Isabel II de Gran Bretaña es transportado en el State Hearse mientras recorre The Long Walk en el Castillo de Windsor, Gran Bretaña, eeste lunes. Escoltando al State Hearse, soldados del Regimiento de Caballería Doméstica, seguidos por la Escolta del Soberano montado y gaitas y tambores en masa de los Regimientos Escocés e Irlandés y las Bandas de la Guardia de Coldstream.

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El ritual, que pide dejar aparcado el análisis racional para dar rienda suelta a la fascinación, estuvo a la altura de la relevancia histórica de Isabel.

El himno nacional “Dios salve al rey”, adaptado a su nueva letra tras la muerte de la reina, selló el funeral y, de alguna forma, toda una época.

Con dos minutos de silencio seguidos en todo el país y un lamento interpretado por un gaitero escocés, petición expresa de Isabel II, culminó un rito coreografiado para quedar inscrito en la historia.

En una ceremonia de otro tiempo, de solemnidad sobrecogedora, la reina Isabel II recibió un último adiós que devuelve todo su sentido al apelativo de majestuoso y evidencia que nadie maneja mejor los ritos y la pompa que la monarquía británica.


El rey Carlos III a su llegada al funeral de Estado de la Reina Isabel II en Londres, Gran Bretaña, este lunes.

El funeral de Estado en la abadía de Westminster por Isabel II, fallecida el 8 de septiembre, puso el broche a diez días de luto nacional con una puesta en escena sin par en el mundo.

Si la monarquía no solo sobrevive en el Reino Unido del siglo XXI, sino que parece prosperar, se debe en buena medida a su maestría para mantener vivos símbolos que parecen remontarse a la noche de los tiempos, por mucho que en algunos casos apenas daten de hace unas décadas.

La reina Isabel II tuvo la última despedida en su casa. En su morada de Windsor

El ritual, que pide dejar aparcado el análisis racional para dar rienda suelta a la fascinación, estuvo a la altura de la relevancia histórica de Isabel.


Militares portan el féretro de la reina Isabel II durante el Funeral de Estado celebrado este lunes en Londres.

El féretro recubierto con el estandarte real salió como estaba estipulado a las 10.44 (hora local) del Palacio de Westminster, sede de la soberanía popular, para recorrer los cientos de metros que lo separan de la abadía del mismo nombre.

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Allí, en el mismo lugar donde la reina contrajo matrimonio con el príncipe Felipe y donde fue coronada en 1953, lo esperaban dos millares de invitados, entre ellos decenas de jefes de Estado, como el rey de España, Felipe VI, o los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Francia, Emmanuel Macron.

Arrastrada con cuerdas por 142 miembros de la Marina Real, una cureña (carro de cañon) transportó los restos mortales, seguida por miembros de la familia real, a la cabeza de los cuales se hallaba un emocionado rey Carlos III.

Pese a que la Commonwealth (vestigio de la era colonial cuya desaparición presenció la reina) atraviesa por momentos complicados, eso no impidió que jinetes de Policía Montada del Canadá abriesen el cortejo fúnebre.


Personal militar durante una marcha con motivo del Funeral de Estado de la Reina Isabel II en Londres.

Tras ellos, ataviados con parafernalia tan característica como los sombreros de piel de oso de la Guardia Real, diferentes cuerpos militares desfilaron al son de las gaitas de regimientos escoceses e irlandeses.

Una tarjeta escrita a mano sobresalía encima del féretro, entre la corona imperial, el orbe real y el cetro de oro: “En memoria amorosa y devota”. Firmado: “Charles R”, el primogénito de la difunta y nuevo soberano, Carlos III.

Con los invitados -entre ellos 200 miembros de la sociedad civil reconocidos por sus obras por la reina- ya instalados, el féretro fue introducido en el templo a las once en punto (hora local) para que el coro de la abadía lo recibiese con el canto “Yo soy la resurrección y la vida”, que ha sonado en cada funeral de Estado desde el siglo XVIII.

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Tras el recibimiento por el deán de Westminster, David Hoyle, y la lectura del Evangelio según San Juan por la primera ministra, Liz Truss, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, pronunció un sermón en el que destacó la vocación de servicio de Isabel II.

“Su difunta Majestad, como es bien sabido, declaró en su discurso de su 21 cumpleaños que toda su vida estaría dedicada a servir a la nación y a la Commonwealth. Rara vez se ha cumplido tan bien una promesa”, dijo.

En medio de una solemnidad absoluta, apenas las indicaciones que el príncipe heredero, Guillermo, hacía a su hijo Jorge, de 9 años, quebraban una ceremonia concebida para subrayar la inmutabilidad de la Corona. Y qué mejor forma de encarnar esa inmutabilidad que perdurando en el tiempo, que es precisamente lo que hizo Isabel en 70 años como reina.

El himno nacional “Dios salve al rey”, adaptado a su nueva letra tras la muerte de la reina, selló el funeral y, de alguna forma, toda una época.


Una vista general del funeral de Isabel II en la abadía de Westminster, en Londres, a la que asisten líderes mundiales.


Con dos minutos de silencio seguidos en todo el país y un lamento interpretado por un gaitero escocés, petición expresa de Isabel II, culminó un rito coreografiado para quedar inscrito en la historia.

El cortejo fúnebre partió poco después del mediodía hacia el castillo de Windsor, donde Isabel II será enterrada junto a su marido, fallecido el año pasado a los 99 años.

Los británicos demostraron su devoción por la monarca echándose en masa a las calles del centro de la capital, hasta el punto de obligar a las autoridades a cerrar el acceso a los lugares desde los que se podía ver la procesión.

Pese al gentío, el silencio se adueñó de las calles al paso de la comitiva. Tras pasar por delante del Palacio de Buckingham por última vez, el cuerpo de Isabel II fue trasladado a Windsor, donde reposará para siempre.

El último paseo de lsabel II por su pueblo
La reina Isabel II tuvo la última despedida en su casa. En su morada de Windsor, el cuerpo de la monarca, minutos después de su funeral en Londres, dio un último paseo por las calles de su pueblo, ese que no será “nunca el mismo sin ella”, antes de ser enterrada en la Capilla de San Jorge. En las conversaciones de la gente, en las decenas de banderas que coloreaban “The Long Walk”, en las paredes del castillo de Windsor, como si echasen de menos su presencia, en todos sitios afloraba el nombre de la monarca; el gran reclamo de las miles de personas que acudieron al pueblo localizado al oeste de Londres para presentar sus respetos a la reina y derramar unas últimas lágrimas por ella. Tras el funeral en la Abadía de Westminster, el coche fúnebre de la reina se dirigió por carretera a Windsor, donde la gente esperaba desde hacía más de 24 horas. Los primeros valientes llegaron a las tres de la tarde del día anterior, según informó un miembro de la organización. La cantidad de gente llegada de todas partes del mundo desbordó las previsiones en Windsor, cuyo antecedente más cercano fue la boda de Enrique y Meghan en 2018, cuando 150.000 personas asistieron a las celebraciones. La policía desplegó su mayor operativo de siempre en el pueblo, ante la previsión de que las multitudes de la boda se superasen, y posicionó un férreo perímetro, con arcos de seguridad, chequeo de mochilas y perros en busca de explosivos. Pese a la enorme concentración de gente, reinó la paz, el buen ambiente y la felicidad entre los adeptos a la reina. Juegos de cartas, lectura, alguna que otra siesta, comida y charlas amenas con los compañeros de parcela; así pasó el rato la gente en Windsor, a la espera de que apareciese el féretro por el fondo de “The Long Walk”, cuya colina está coronada por la estatua de un caballo, una de las grandes pasiones de la monarca.



Escrito por:
Autor: Rony Barrera

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