La lepra del odio

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Lo más natural en nosotros es responder a las ofensas con ofensas; sin embargo la vida en algún momento nos enseña que muchas veces y en aras de romper un ciclo de violencia, una de las partes debe responder a las ofensas con comprensión, con grandeza de corazón, con un abrazo de reconciliación.
Sería muy fácil soltarle la artillería pesada a la señora Cabal por sus manifestaciones de odio; es un blanco fácil. En lo personal, los impromptus de esta mujer apasionada, me invitan a reflexionar en las contradicciones que encuentro en mí mismo y en una sociedad como Colombia.
Tal vez la reflexión debería llevarnos a entender que aunque la señora Cabal no lo sepa, ella también es una víctima de esta guerra entre hermanos. Un corazón lleno de odio y aparentemente incapaz de tener y entender un gesto de perdón, es un corazón lastimado y dañado. Muchos colombianos piensan y sienten como ella, y yo mismo en algún momento también lo hice.
Es triste ver que aun al defender su postura, lo hace haciendo alusión a muerte violenta (si no quieren que trine mas, tendrán que matarme). Que lamentable ver a una mujer tan hermosa poseída de odios y mezquindades que no le merecen. Tiene el corazón vestido de harapos.
Las contradicciones no cesan ahí. Tal vez la más grande y que ha sido reiterativa a lo largo de la historia del cristianismo, es hacer cruzadas, instituir inquisiciones y matar hermanos en guerras, todo en nombre de Jesús Cristo. Y esto se le aplica no solo a la señora Cabal sino también al Procurador, al senador Uribe y a muchos que arropados de un moralismo farisaico, que nada tiene de cristiano, armados de violencia y odio, pretenden defender los valores cristianos de nuestra sociedad sin detenerse a pensar que violan de manera grave el fondo y la esencia del pensamiento y la moral cristiana.
¿Es que acaso no fue Jesús Cristo el mismo que después de ser torturado y clavado en una cruz, ya a punto de morir pide perdón para quienes le habían hecho eso? ¿No fue acaso Jesús quien dijo cuando fue interrogado al respecto que deberíamos perdonar ad infinitum? ¿O Aquel que planteó la idea revolucionaria de poner la otra mejilla?
¿Por qué entonces enfurecerse cuando una de las víctimas en un acto de reconciliación y perdón con aquellos que le mataron su familia, les sonríe y les da un abrazo? ¡Qué gran ejemplo de vivencia cristiana! Esto se llama imitar a Jesús. Me quito el sombrero ante semejante acto de generosidad, y entiendo el sacrifico que esta persona hace para lograr la reconciliación de todos. No fue el síndrome de Estocolmo sino el síndrome de Cristo.
Fue el mismo Cristo quien de muchas formas nos previno de tirar la primera piedra o mirar la paja en el ojo ajeno. Y tal vez este pensamiento debe llevarnos a la contención para no lapidar inmisericordemente a la señora Cabal. La mayoría, si no todos, los colombianos adolecemos de lo mismo y por esto somos intolerantes y enemigos del diálogo. La guerra y las divisiones son producto, y a su vez producen, intolerancia. El reto de lograr la verdadera paz consiste en derrumbar las barreras que nos separan.
El gran desafío cristiano que se nos plantea a cada momento de nuestra existencia, es vivir en contravía de nuestros impulsos naturales. Tratar de vivir un amor pleno hacia los demás, un amor que incluye su otra cara que es el perdón, la reconciliación, la renuncia a nuestros odios para abrirnos a una experiencia más gratificante y constructiva en lo personal y en lo colectivo.
Terminar una guerra no solo es la ausencia de violencia y silencio de los fusiles sino ausencia verdadera de odios y la presencia de la verdadera reconciliación.



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