La insufrible godarria

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Morderse la lengua para tratar de eludir el debate y fijar posiciones y así no controvertir con amigos o personas allegadas o simplemente para no ser tildado de esto o aquello, algunas veces es difícil. Tratamos, en cumplimiento del mandato cristiano, de poner la otra mejilla, de encajar golpe tras golpe y de guardar silencio mientras aguantamos con paciencia y estoicismo los ataques que nos llueven.

Pero hay ocasiones en que llega la gota que desborda la copa, y ya uno no puede contenerse más y se ve forzado a abandonar de tajo el silencio y mandar todo al carajo. Nos llenamos de valor y decidimos subirnos al tinglado para dar la pelea que hace rato nos andan buscando, y contamos nuestra versión de las cosas.

Y es así como sin más preámbulos, me despacho. Desde hace algunos días, las personas que tenemos valores conservadores, estamos siendo atacados inclementemente por los que además de ser "liberales" en sus ideas, tienen acceso a los medios e incluso son líderes de opinión. Fue así, como Daniel Samper Pizano en los días siguientes a conocerse los resultados de las recientes elecciones de mitaca en los Estados Unidos, nos tildó de "godarria", el ataque continuó con un comentario de Fidel Castro, quien dictaminó que los Estados Unidos iban hacia el fascismo -mucho debe saber él de esto-, y por último Sergio Muñoz Bata remata con un artículo publicado en El Tiempo y titulado "Una Deuda con mis Lectores" en donde dice sentirse irritado con la "godarria".

En el ámbito colombiano, la "liberarria" -porque como más llamarlos- se despacharon contra el proyecto de ley presentado por el partido conservador para penalizar el aborto, rematan con un artículo de un tal Mauricio García Villegas en El Espectador sobre el mismo tema, pero la copa que desbordó la copa, fue la presentación del libro de Florence Thomas en el que "noveliza", lo que ella reconoce como el hecho más traumático de su existencia: la interrupción criminal de una vida que llevaba en el vientre.

Si ser godo implica que uno defiende la vida y que se opone al aborto sin admitir excepciones, entonces yo soy godo. El intento de Florence Thomas de novelar el asesinato de su hijo demuestra que a pesar del tiempo transcurrido, y muy a pesar de las justificaciones mentales a las que ha recurrido, no ha podido acallar la voz de su conciencia. Y no podrá hacerlo, porque es que es contra naturaleza que el vientre de una madre que debe ser un santuario de vida, terminé convertido en una tumba profanada. Nada más aberrante.

Reconozco en la mirada de Florence -la de la foto que acompañó el artículo citado- , la misma mirada de algunas amigas mías que han abortado, y que es una mirada en la que no hay vida porque llevan un cementerio por dentro, y pasan la vida tratando de justificarse ante los demás -realmente ante ellas mismos-, pero estoy seguro que cuando están a solas, dejan aflorar la infelicidad y el dolor que las atormenta. He constatado personalmente, que la intensidad y virulencia de su activismo es directamente proporcional a la ofensa y al reclamo incesante de su conciencia.

Florence Thomas podrá convencer al mundo entero de la nobleza y justificación de su lucha, lo que no logrará, es convencerse a sí misma. Intenta Florence justificarse diciendo, que ni ella ni el fallido padre estaban listos para tener un hijo. Pues, si no estaban listos para aceptar la posibilidad de co-crear una nueva vida, entonces tampoco estaban listos para tener relaciones sexuales. Así de simple. Pienso que el peligro de las leyes permisivas, como las que pretenden pasar por estos lados, es que confunden y adormecen la conciencia. Y es así como muchas mujeres que practican el aborto confunden el matar una persona -acto prohibido por la ley- con terminar una vida que se está gestando -acto execrable y moralmente monstruoso-. La ley generalmente solo se refiere a personas, que no es más que una abstracción legal que dice que sujetos son capaces de adquirir derechos y obligaciones, y el "momento" en que esa capacidad comienza. Muchas abstracciones legales son arbitrarias, y esta es una de ellas.

Al derecho solo le interesa la vida en cuanto que es persona. De hecho el concepto de persona y hombre, a la luz del derecho, no son hoy equivalentes ni han sido equivalentes históricamente. Un ejemplo, que solo ilustra lo que digo pero que obviamente no se compadece de la importancia del tema, es pensar que existiera una ley que dice que es prohibido matar un sapo (sapicidio por decir algo), y yo mato renacuajos. Obviamente, bajo la prohibición legal, no hay un delito porque no mato sapos, pero bajo los estándares morales y éticos, mato renacuajos, que son ya vidas. Creo que la analogía es bastante clara.

El aborto es un acto atroz no solo por la calidad de quien lo comete, la madre, sino también por el estado de indefensión de quien es víctima de ello. Definitivamente, un acto horroroso. Si es cierto lo que dice García Villegas, en Colombia se cometen un promedio de 350.000 abortos al año. Y esto multiplicado por 10 son 3.500.000 de asesinatos, y prefiero no seguir multiplicando. Hitler y su genocidio son un chiste ante la magnitud de esta tragedia humana de escala global. No entiendo como concilian el sueño todos los que participan de este baño de sangre inocente.

Si ser godo es oponerse al "matrimonio" entre personas del mismo sexo, entonces yo soy godo. No tengo nada contra las personas llamadas homosexuales o lesbianas, pero lo que no me parece bien es que este grupo trate de distorsionar el concepto de familia y del matrimonio. Si la naturaleza hubiera querido que ellos fueran familia, entonces les habría dado la posibilidad de engendrar hijos, y no es así. Cierto es que hay parejas que no pueden tener hijos, pero es más la excepción que la regla. No me imagino una pareja de homosexuales como invitados en mi casa y comportándose como pareja delante de mis hijos. Que confusión, la que este espectáculo le crearía a mis hijos, y realmente no me gustaría que eso sucediera.

Aceptar el "matrimonio" entre personas del mismo sexo, equivale a un atentado contra lo más sagrado en cualquier sociedad: la familia. Creo que lo correcto, y debería venir de estos grupos que se sienten vulnerados en sus derechos, es que dentro de la normatividad existente lleguen a lograr enmarcar su relación de pareja, pero que no exijan que la sociedad reconozca como normal lo que no es.

Tengo amigos homosexuales que así lo entienden y son gente seria que no anda dando espectáculos y ni andan buscando aprobación de nadie. Lo que suceda entre ellos sucede en la intimidad de su hogar y ahí permanece. Me limito a estos temas, porque son los que han generado polémica últimamente y los que han estado en los titulares de los periódicos, pero ciertamente que hay otros igualmente importantes que se me quedan en el tintero.

Justo es también aprovechar la ocasión para agradecer a nombre de la godarria, a tan insignes contradictores porque bien cabe concluir con Laureano Gómez, que los oprobios e insultos de ciertos sectores honran mucho más que sus aplausos. Por demás, la alevosía e intensidad de sus ataques nos reafirma en el convencimiento de que estamos en lo correcto.

Algo en lo que sí podría hacerle concesiones a la "liberarria" es que la prohibición no siempre es efectiva, o no es tan efectiva como nos gustaría, para ser más exactos. Pienso, sin embargo que aunque no lo sea, la prohibición debe hacerse. A manera semejante a un semáforo en rojo, la prohibición indica que no se debe pasar, pero a pesar de esto, siempre habrá quien que se la pase sin importar las consecuencias. No por eso, vamos a quitar los semáforos.

Para los que somos conservadores o retrógrados, la mejor forma de hacer que una ley sea derogada por medios extralegales -llámese aprobación del aborto, o lo que sea- es que nadie la use. En otras palabras, que los principios que rigen la conducta de las personas se opongan a lo aprobado por la ley y la hagan letra muerta. Es en la formación realmente en donde debemos trabajar.

En últimas, al que va actuar mal, poco le importan las leyes y su catálogo de prohibiciones. El problema es la falta de principios y no la existencia de leyes permisivas; las últimas sencillamente agravan la situación pero no la causan.

A la godarria en pleno, los invito a que cerremos filas y defendamos aún con más ahínco los principios que sabemos son sagrados, y no dejemos que el león hambriento - que ruge cada vez más amenazante- nos arrebate la dignidad de ser quienes somos: seres creados a la imagen y semejanza de Dios. Amén.