El camino culebrero de la paz

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El camino de la paz requiere templanza, coraje y mucha voluntad porque es un camino minado por el odio, por resentimientos acumulados en el tiempo y por sensibilidades a flor de piel que nos pueden a llevar a reaccionar de forma natural y no de forma racional. El camino de las reacciones es emocional mientras que el camino de la razón apela a un fin ulterior, a un bien más grande y que por tanto no puede regirse por emociones.
La reciente oleada terrorista de las Farc y el Eln que ha causado víctimas civiles y daños grandísimos al ecosistema ha llevado a que parte de la opinión pública comience a pedir que el gobierno se levante de la mesa de negociación y que desate una guerra sin cuartel contra estos grupos terroristas.
A pesar de ser actos cobardes y que atentan contra las más elementales normas de humanidad, tenemos que perseverar en la negociación. Hay que hacer un llamado a la cordura a estos terroristas para que entiendan que la guerra también tiene ética y normas, y que la diferencia entre un combatiente y un terrorista es que el primero tiene ética y el segundo no. Si nos equivocamos al llamarlos terroristas, que con hechos nos lo demuestren. La racionalidad de la negociación precisamente consiste en lograr que todos estos actos terroristas terminen de una vez por todas.
Conjuntamente el gobierno tiene que pasar a la ofensiva militar y demostrar que es la autoridad legítima y que tiene soberanía total sobre el territorio nacional. El gobierno no puede dejarse presionar por la opinión pública, emocional hasta el tuétano, y salir amenazando con ruptura de diálogos. El gobierno debe responder a la agresión cobarde con la capacidad neutralizadora de nuestras Fuerzas Militares y de Policía.
Empleando una analogía, la ley del Talión ha sido una necesidad histórica del pueblo judío para garantizar su supervivencia, incluso llevándola a extremos que nos parecen crueles: Me matas uno, yo te mato cien en represalia. Un ojo por cien ojos. Esto es lo que hace que sus enemigos lo piensen más de dos veces antes de meterse con ellos. Algo así debe hacer el estado colombiano. A cada atentado terrorista responder con persecución implacable y eliminando las estructuras delincuenciales que lo cometieron.
Inteligentemente, el Estado colombiano impuso la condición de negociar la paz en medio de la guerra, y por esto no se ve bien que sea quien pida que cesen las acciones de las Farc por demenciales que sean. El problema es que no hemos sabido hacer la guerra, y esto es aun más importante en las etapas finales de la negociación, en donde la parte débil se quiere mostrar fuerte.
No queremos un ministro de Defensa que lo único que sabe hacer es acusar a los enemigos por portarse como lo que son. Dicho de forma poco elegante, el ministro de Defensa no está para quejarse sino para echar plomo. Que les deje las quejas a otros miembros del gabinete. Tenemos un ministro de Defensa que habla golpeado y fuerte pero que la mayor parte del tiempo es un tigre de papel.
Las Fuerzas Militares en esta última parte de la negociación tienen que volver a tomar la iniciativa y recobrar espacios. La sensación que tenemos todos, es que en medio de la negociación, el Estado ha perdido control territorial siendo los grandes beneficiados las Farc y el Eln. Por esto es que se presentan ataques de los cuales hace mucho rato no oíamos.
Pero recobrar espacio no solo en lo territorial sino también en la opinión pública, para que esta se sienta tranquila. Todos los colombianos queremos tener la tranquilidad de que nuestras Fuerzas Armadas están en capacidad de confrontar cualquier escenario durante el conflicto y el pos conflicto. La incertidumbre que muchos sienten hoy, podría ser grandemente aliviada si la opinión pública tuviera certeza razonable de que nuestras Fuerzas Armadas no le están dando ventajas al enemigo y que están en capacidad de derrotarlos, cuando el Presidente lo ordene.
Como expresé antes, creo que tenemos que perseverar en los diálogos pero haciendo guerra de fusiles y no de micrófonos.