Colombia está en bancarrota

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Releyendo un libro comprado hace ya más de una década llamado "La cultura importa: Cómo los valores moldean el progreso humano", editado por Samuel P. Huntington y Lawrence E. Harrison en 1998, encuentro amplia munición argumentativa para tratar un tema que al presidente Santos pareciera quitarle el sueño: la corrupción.

Comienzo por citar el caso de Singapur, la cual era una nación sitiada por la corrupción en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, Lee Kwan Yew, un líder excepcional, hizo de la lucha contra la corrupción su principal meta de gobierno y gracias a esto, Singapur se convirtió en una nación altamente industrializada y casi que libre de corrupción. De hecho es uno de los milagros económicos acontecidos en la última mitad del siglo XX, y por esto Singapur es conocida como uno de los Tigres Asiáticos.

En el ranking del CPI (Índice de Percepción de la Corrupción) del año 1998, Colombia ocupaba el puesto 79 y hoy, doce años más tarde, ocupa el 78, según el ranking para el 2010. Es decir, poco hemos avanzado en este campo. Por eso, entusiasma el pensar que el presidente Santos haya puesto formalmente en la agenda nacional el tema de la corrupción.

Sin embargo, considero que para que esta iniciativa sea exitosa para el país, hay que hacer mucho más que ponerla en la agenda nacional, de hecho debe ser la primera prioridad de Santos y por lo menos de los próximos cinco presidentes colombianos. Acabar con la corrupción, por su impacto económico y humano, es mucho más importante que cualquier otra iniciativa contemplada en el Plan Nacional de Desarrollo.

La corrupción es un problema complejo en sus causas y en sus manifestaciones, pero hagamos el intento de proponer un marco teórico basado en el libro anteriormente mencionado, que sin pretender ser dogma de fe, creo incorpora de manera entendible para el contexto colombiano, elementos de trabajo y además trae a colación, y armoniza, algunas de las teorías que sobre el tema se han planteado.

El profesor Robert Merton en su teoría del esquema de los medios y los fines, explica que las sociedades normalmente tienen unas metas o fines socialmente apetecibles como lo son el dinero, el poder y la posición social, y por otro lado hay unos medios (educación, etc) social y legalmente aceptables de obtener esos fines o metas.

Sin embargo, al existir un gran sector de la sociedad que entiende que esos medios no están su alcance, algunos de sus miembros -exceptuando el conformismo- pueden optar o por obtener esas metas por las vías criminales o por obtener esas metas siendo muy creativos e ingeniosos. En la categoría de los criminales caen el narcotráfico, guerrilla, y por supuesto los corruptos; y en el ingenioso caen algunos de los grandes empresarios colombianos, tales como Arturo Calle y los dueños de Servientrega. La exclusión o no acceso a los medios, en ausencia de valores, produce la corrupción.

Lo expresado hasta ahora por el Gobierno Central, se enfoca principalmente en la parte punitiva y policiva. Hay que anotar que aunque el penalizar conductas delictivas eficazmente es una condición necesaria, esto no es suficiente para hacer de Colombia un país con bajísimos niveles de corrupción.

Para lograr objetivos sostenibles y duraderos hay que trabajar, adicionalmente, en el campo de los valores ciudadanos, cuya ausencia es la causa principal y última del problema de la corrupción. Por ejemplo, un funcionario público puede abstenerse de cometer actos corruptos o porque existe un buen sistema fiscal que controla sus actos o porque sus valores éticos no le permiten ser corrupto.

Esta última opción es la ideal. Volviendo al marco teórico planteado por el profesor Merton es cuestión de cambiar, como sociedad, el énfasis de los fines a los medios. Es decir, que socialmente se valore el cómo mucho más que el qué; en otras palabras, que lo que importe para ganarse la alta estima social no sea el que una persona tenga dinero o poder sino el cómo lo adquirió.

Si a Lee Kwan Yew le tomó casi treinta años cambiar las costumbres y valores de Singapur, otro tanto debería ocurrir en Colombia. Hay que educar a toda una generación de colombianos con una combinación de métodos punitivos inmediatistas, como los que creo tiene en mente el presidente Santos, y con trabajo a nivel del ethos ciudadano. Es una labor que involucra a todos los actores sociales y especialmente a la familia como célula básica del Estado y fuente principal de los valores.

Es sabido que generalmente los valores en las sociedades cambian como resultado de eventos traumáticos o catastróficos -piénsese en cómo Alemania cambió después de su derrota en la segunda guerra mundial que pasó de ser una nación militarista a una pacifista- pero la experiencia de Singapur muestra que la intervención política puede también producir esos cambios, y por eso esta experiencia es relevante para Colombia y para el actual gobierno.

En la disyuntiva histórica en que se encuentra Colombia, tenemos que acumular Capital Social -usando el marco teórico de Francis Fukuyama- para dejar de ser una nación quebrada moral y socialmente. Tenemos que adquirir y extender a todos los niveles socio-económicos los valores que nos permitan lograr un verdadero desarrollo económico. Se sabe que los valores pueden generar los cambios necesarios para el progreso económico y viceversa, pero como anoté antes, creo que en Colombia sólo lo primero es posible.

Colombia, a diferencia de otros países, cuenta con unas condiciones socio-económicas muy particulares con factores de perturbación importantes que a lo largo de varias generaciones han llevado la quiebra moral del país a niveles impensables. Un caso que ilustra la importancia de los valores y la cultura en la ruta de desarrollo económico de los pueblos es la comparación entre Ghana y Corea del Sur.

Ambas naciones, en términos económicos, eran muy similares en los años 60 del siglo 20. En la medida en que transcurrieron los años, Corea del Sur se convirtió en una nación industrializada y con un importante desarrollo humano, mientras que Ghana por su parte no ha logrado dar ese salto. Ambas naciones recibieron ayuda internacional equivalente, entonces ¿por qué la diferencia? Mientras los coreanos tenían entonces como valores, el trabajo, la honestidad, el ahorro y la disciplina entre otros valores positivos, los ghaneses tenían como valores, la deshonestidad, la trampa, desconfianza, etc. No es difícil entender que una de las consecuencias más perniciosas de estos valores negativos es la corrupción.

Algunas personas podrían preguntarse por qué debería el actual gobierno enfocarse en la corrupción como primera prioridad cuando en Colombia hay problemas apremiantes como el desempleo, salud, educación, vivienda, etc, etc. Sencillo, porque la forma más efectiva de combatir todos estos males es combatiendo sin cuartel la corrupción.

Estudios serios, muestran que hay una correlación directa entre la corrupción y el desarrollo económico y social, y muestran que el impacto negativo de la corrupción es tal, que el Banco Mundial la cataloga como el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social. Por demás, tendríamos una sociedad mucho más humana y amable.

En lo personal espero, que el presidente Santos convierta la lucha contra la corrupción en una obsesión similar a la que tuvo Uribe por las Farc. Y espero que este sea un esfuerzo sostenido en el tiempo, a la manera de Lee Kwan Yew, para que Colombia logre realmente alcanzar una verdadera prosperidad democrática.

 



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