Cuando la marrulla permea el Estado social de derecho

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"Lucha. Tu deber es luchar por el derecho, pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia".

(Eduardo J. Couture - decálogo del abogado)

Soy un hombre criado bajo los postulados del respeto hacia los demás, siempre en cumplimiento de los preceptos que descienden de la voluntad de la supremacía de un ser superior y además de ello durante mi vida cotidiana y avidez de querer saber cada día mucho más me he entregado de lleno al mundo de las leyes y la juridicidad y soy un pétreo y acérrimo cumplidor y aplicador de las mismas y es por ello que sigo sin entender cómo el considerado Tomás de Torquemada de la modernidad, quien creyéndose el oráculo de la incorruptibilidad, ha despedazado -o al menos esa es su intención-, las ilusiones de un pueblo que ha visto reflejado el cumplimiento de sus sueños e insatisfacciones acumuladas durante años y puestos sus esperanzas en el hombre que, gústele o no a muchos, ha puesto a trastabillar la autoridad de un talibán del derecho disciplinario, quien jamás imaginó que el hombre que prometió en campaña devolverle muchas de las cosas birladas a la sociedad, cumpliera y así recuperar de la voracidad del capital privado muchos de sus jugosos negocios y transferirlos al sector público, emulando al ex presidente Lleras Restrepo, por cuanto el pueblo está harto y hastiado de aquellos gobernantes negociantes que se complacen en regalarle las entidades oficiales a sus cofrades para que deriven de ellas esas múltiples y jugosas ganancias, siempre contando para ello con esos eufemismos propios de nuestro circunstancia Estado social de derecho.

Tratando de hacer una sucinta apreciación de lo acontecido, el pueblo bogotano en particular y el colombiano en general, han venido dándose cuenta de las arbitrariedades cometidas por un funcionario elegido o escogido por unos políticos que también se someterán a su implacable poder inquisitivo y es aquí en donde la sensatez y la cordura terminan despedazadas por cuanto nadie entiende cómo es posible que un alcalde que está tratando de hacer las cosas bien, obviamente que para ello es imperativo pisar callos, sea tildado subjetivamente de pésimo funcionario, sólo porque al gran capital y al poder económico eso no les gusta porque pretende quitarles de una vez por todas esas veleidades económicas con las cuales han amasados sus fortunas, siempre derivando sus beneficios a costas de una cada vez más paupérrima población que ha visto en el ex comandante Aureliano a ese redentor que han esperado durante mucho tiempo y el que tiene en jaque a una clase política genuflexa y badulaque que, al unísono, le piden a gritos que se haga a un lado y cumpla los designios de un oprobioso comportamiento de quien está para hacer cumplir la ley, pero sin desbordar su concepción de justicia y, lo que es peor, llegando al punto de contraponer procedimientos prístinos para buscar la asepsia de la administración pública que está mostrando resultados, aunque la gran prensa y algunos áulicos y plañideras no han hecho otra cosa que llorar porque le está golpeando el bolsillo a sus amigos.

Entrándose en los vericuetos que originaron la decisión fétida de destitución e inhabilidad por quince años parece absurdo y paradójico que ese funcionario argumente que el cambio del modelo del manejo de las basuras en la ciudad de Bogotá, del sector privado al sector público "violaba el principio constitucional de la libre empresa", posición descabellada porque en el juego político de las democracias en el mundo contemporáneo acontece que sean las mismas las que definan cómo debe ser la participación estatal y nada puede impedirlo, aunque en este país de la incongruencia todo aquel que pretenda devolverle algo de lo raponeado por otros gobernantes al sector público, entonces es un perverso, por la simple razón de que todos los servicios públicos que producen jugosos dividendos, lo deben manejar los capitalistas privados a quienes gobernantes corruptos y sinvergüenzas se los han entregado casi para que sientan que son sus dueños exclusivos.

En medio de este "arroz con mango de interpretación y lucha de poderes" que estamos viviendo podemos observar que el gran y único perdedor es el Poncio Pilatos de la modernidad, porque el ex concejal de Chía ha puesto en tela de juicio su autoridad y le ha demostrado que su implacable poder está resquebrajado y tambaleante, defendiéndose como gato boca arriba y utilizando todos los recursos que le concede la ley, al punto que si su dignidad es del mismo grosor de su posición religiosa, lo correcto e inmediato es que recoja sus bártulos, los meta en las alforjas y se largue para donde mejor le parezca, habida cuenta que su frágil y mezquina teoría de que el señor Gustavo Petro ha sido un mal alcalde y por ello la desproporcionada sanción para quien no se ha robado un solo peso, no es más que una ridícula y subjetiva posición en la que ni él, ni sus cortesanas creen, y seguirán lloriqueando los Arizmendi, María Isabel, Miguel Gómez Martínez, Pachito el Loco, Salud Hernández, Mauricio, Yamid, entre otros, toda esa caterva de oráculos del periodismo colombiano que se sienten con patente de corzo para decir quién sirve y quién no, dependiendo de sus intereses políticos y económicos y que en esta oportunidad quedarán viendo un chispero porque ninguna de sus marrullas habrá de darle resultado y terminarán arrinconados por la eximia justicia, tanto la de los hombres, como la divina.