Tres tristes tigres

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El tema de la lealtad en la historia política de Colombia está lleno de pintorescos eventos que vale la pena analizar. ¿A quién o a qué se es leal? La respuesta equivocada a esta pregunta en situaciones coyunturales, puede sellar el destino político de una persona.

Uno de los casos más sonados ha sido el de la lealtad a toda prueba de Serpa con el entonces presidente Samper. Serpa optó por serle fiel a Samper en contravía de los intereses del país. Prefirió ser buen amigo antes que patriota, haciéndose así el harakiri político que lo alejaría para siempre de la silla presidencial.

La otra cara, la de la traición, guarda algunas similitudes con la historia de Basilio el Macedonio, y Miguel III, el Beodo. Santos decidió dejar de lado la lealtad hacia su mentor y enfocarse en lo que a su entender eran los intereses del país. Consideró que era más importante serle leal al país que a Uribe; traición que Uribe no le perdona.

Hace una semana fuimos testigos del patético capítulo, o historia de los tres tristes tigres del uribismo, uno ya ungido como candidato presidencial, y otro tristemente zafado y mudo. Los tres tristes tigres se la jugaron políticamente siéndole leales al expresidente Uribe. Por su parte, Uribe aprovechó la ocasión para sacarse el clavo y devolverle la traición a Santos, aunque fuera el equivocado; Zuluaga, al igual que Serpa, selló su futuro político al auto inmolarse de una forma incomprensible, ya que hay una alta probabilidad de que los peores días de Uribe y del uribismo aun estén por llegar.

Sin duda, Zuluaga es el más preparado de los tres y el único que tenía talla presidencial. Tiene un problema de imagen, y además es arrogante y por momentos proyecta autoritarismo y dogmatismo despótico. Lo he escuchado y me consta que tiene verbo fogoso y articulado, es buen argumentador, entiende la problemática del país, pero tiene un no sé qué no sé donde que no le permite conectarse con las masas. La servil lealtad le quitó estatura y talla presidencial. ¿Quién gobernaría realmente de ganar Zuluaga?

Falta un último episodio, y tal vez el más complejo e interesante, el de Germán Vargas Lleras. Mi tocayo debe estarse preguntando si debe serle o no leal a Santos. ¿Merece un presidente que defraudó que le sean leales? O, ¿lo correcto es ser leal con los colombianos? ¿Están alineados sus intereses y los del presidente?

Puede optar por esperar como hizo Santos, a ver si Santos va. Si Santos va y Vargas decide acompañarle, le estaría apostando su futuro político a que Santos dos va a ser espectacular, y a que la gente querría la continuidad del santismo en cabeza de Vargas. ¿Y qué tal que le vaya peor? ¿Cómo se desmarcaría Vargas Lleras de la hecatombe? ¿Le pasaría lo mismo que a Serpa? No se pierdan el próximo capítulo, que va a estar de infarto.

En el juego del poder y de la política no se es leal a los amigos sino a los intereses propios, y mejor si estos últimos son a su vez los mejores intereses del país. Los intereses son los que determinan la lealtad política, y algunas veces en ese juego perverso del poder y de las ambiciones, figurativamente hablando, se tiene que poder decir como dijo Basilio cuando le recriminaban por haber asesinado a su benefactor y mejor amigo de vieja data: no he asesinado a un viejo amigo sino a un nuevo enemigo.