Cuatro y no más

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La discusión sobre la conveniencia de la reelección debe despersonalizarse y abordarse con la seriedad y prudencia que merece. El asunto no es si reelegimos o no a Santos, sino, si la reelección es útil para el país.

Haber hecho una reforma constitucional a nombre y con nombre propio sin pensar muy bien en las consecuencias a futuro fue una monumental metida de pata.

La consecuencia más notoria de haber implementado la reelección es haber profundizado el ya existente desequilibrio entre las ramas del poder público en beneficio dela figura presidencial. Semejante concentración de poder en una sola persona es un camino peligrosísimo que nos aleja de ser una verdadera democracia.

La reelección en nuestro medio solo es buena si el presidente es bueno, y la verdad es que los presidentes que hemos tenido en tiempos recientes, no es que uno diga que bruto, la sacó del estadio. Por ejemplo, Uribe fue un presidente malísimo que hizo una cosa muy buena y que era la que más le servía al país. Como presidente fue monotemático; como ex sigue siéndolo.

La reelección en general, es decir incluyendo a gobernadores y alcaldes, es sana para la democracia, cuando ésta ha alcanzado un grado de madurez suficiente que permita que los ciudadanos participen libremente en el proceso democrático.

Es claro que el país todavía no ha llegado a este punto, y que todavía el ciudadano es víctima de presiones indebidas que a veces llevan a cuestionar válidamente la legitimidad de nuestra democracia y sus instituciones.

Por otro lado, la reelección en las democracias maduras más que ser un tema de persona, es un tema programático y de partido. O sea, que funciona bien cuando hay partidos políticos sólidos con programas y agendas claras. La gente realmente reelige la agenda política, cuya cabeza es el presidente pero también es una refrendación del partido del presidente en el Congreso. Esto tampoco lo tenemos en Colombia todavía. Por el contrario, considero que la Carta Política del 91 ha llevado a un enorme retroceso en este campo. En vez de haber avanzado hacia la construcción de verdaderos partidos, tenemos un caos de grupúsculos con coincidencias de intereses que no van más allá del inmediatismo de lograr unos resultados electorales y unas prebendas burocráticas.

En el estado actual de nuestra evolución política e institucional, la reelección en general es inconveniente, así como también lo sería un solo periodo de seis años, al cual aplica el mismo análisis. No es un problema de tiempo es un problema de diseño de estado, el cual debe ser adecuado para las circunstancias del país.

Lo idóneo en este momento es un solo periodo de cuatro años. Nuestra experiencia ha demostrado que cuatro años son suficientes para que un buen presidente haga lo que tiene que hacer, y a su vez son pocos para que un mal presidente pueda acabar con el país. Esto también va para alcaldes y gobernadores.

Santos adujo en defensa de su idea de los seis años que un solo periodo de cuatro es insuficiente para hacer todas las tareas. Nadie ha dicho que en cuatro años se deben hacer todas las tareas porque si ese fuera el caso, tendríamos que reelegir al presidente cinco o seis veces, o por un solo periodo de veinte años.

Buen presidente no es aquel que trata de hacer todas las tareas sino aquel que sabe cuáles son las realmente importantes y cuál es el orden de implementación. Precisamente el problema de Santos es que a pesar de tener la visión país correcta, no hizo la debida priorización, con los resultados que todos conocemos. El que mucho abarca poco aprieta.

Siento que Santos hizo en su primer periodo lo que correspondía al segundo. Estos cuatro años exigían ser monotemático y obsesivo para lograr la modernización de nuestra economía, sin meterle paz ni distracciones innecesarias.

El mayor peligro para el proceso que se adelanta en La Habana, desde siempre ha sido que se inició demasiado prematuramente, naciendo más inviable que viable. Pero ya montados en la vaca loca, hay que brindarle todo el apoyo, siendo conscientes de que el camino será muy difícil y bastante pedregoso y que de pronto no lleva a ningún lado. No haber entendido la importancia de los tiempos impactó seriamente las probabilidades de éxito de este proceso. Sin embargo, no perdamos la fe.

Una de las grandes ventajas de un solo periodo de cuatro años, es que mete en camisa de fuerza al presidente y a los partidos, lo cual nos acerca más a lograr que los partidos y nuestra institucionalidad maduren lo suficiente para hacer deseable la reelección.