Patológicamente optimista

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Ante la goleada que la Selección Colombia le propinó a Bolivia, Pékerman no fue triunfalista ni arrogante, y simplemente dijo que todavía falta hacer mucho para clasificar al Mundial.

Contrasta esta actitud con la del presidente Santos, quien inmediatamente se sintió inyectado de optimismo. Algunas, quizás muchas, de las reacciones de Santos dan para pensar que es un tipo excesivamente optimista.

Hay dos clases de optimismo. Uno con bases en la realidad, y otro que no las tiene. El segundo es patológico. El exagerado optimismo de Santos por todo y ante todo, lleva a pensar que estamos en presencia de una patología.

Hay momentos en que se debe ver el vaso medio lleno, pero también hay momentos en que es imperativo verlo medio vacío. Por ejemplo, Pékerman lo ve medio vacío. Los verdaderos líderes saben que circunstancias ameritan lo uno o lo otro.

Se asemeja Santos a aquel boxeador al que le están dando una soberana paliza, y que llega a su esquina todo optimista y sobrado a decirle a su manager que está volviendo chicuca al contrincante, a lo que el manager le responde, que entonces no le quite el ojo de encima al referee porque alguien en el cuadrilátero le está dando una tremenda muñequera.

Presidente Santos, alguien le está dando a usted una muñequera. Ante las cifras reveladas por el Dane de que Colombia había crecido 4% en el 2012, los comentarios del gobierno estuvieron preñados de su ya habitual optimismo, nos dijeron que vamos viento en popa, que somos una economía muy dinámica y que todo el mundo quiere invertir en Colombia, y como si fuera poco nos aseguraron que nos había ido de maravillas comparado con el entorno mundial.

El mismo desbordado optimismo hizo caso omiso de que ese mismo día, se anunciara que la producción manufacturera había caído en 1.73% en enero de este año, y que de los 48 subsectores industriales, 28 produjeron menos. Como ya han dicho muchas personas, la industria y el agro están en caída libre.

¿Si vamos tan bien como nos aseguran, entonces para qué necesitamos medidas de choque para ayudar a ciertos sectores productivos? ¿Si vamos tan bien, por qué el Banco de la República bajó las tasas de interés tanto, tratando de incentivar el consumo interno? Movimiento bastante riesgoso por cierto.

Rudy Hommes, con mucha razón, dijo que la solución no puede ser solamente apreciar el peso frente al dólar, cuando es claro que los problemas son estructurales.

Tampoco es solución, subsidiar permanentemente a los sectores afectados, ya que el país no puede costear esos subsidios. Por lo menos esto es lo que dice el ministro Cárdenas.

Anotó Hommes, que el optimismo solo era justificado si el PIB crecía por encima del 5%. Tiene medio razón porque la verdad es que Colombia debería crecer por encima del 6% para progresar y avanzar. Crecer por debajo de 6% es malo para el país, es retroceso en términos reales.

Consolarnos con el mal de muchos es de tontos. Colombia, país en vía de desarrollo, no debe compararse con países desarrollados sino con países en vía de desarrollo. Uno de los referentes obligados en el contexto que nos corresponde es China, que ha logrado sacar a más de 150 millones de chinos de la pobreza. Logro que ha sido posible gracias a tasas de crecimiento por encima del 6%. De hecho, 6% en China equivale a desaceleración económica bordeando en recesión, o en términos técnicos, un aterrizaje suave o softlanding.

De igual manera, en Colombia una tasa de crecimiento anual del PIB de solo 4% equivale a que no estamos creando suficiente riquezas para aliviar nuestros problemas sociales, y que por consiguiente la pobreza sigue creciendo.

Ante el panorama económico que confronta el gobierno, es difícil entender tanto optimismo. Lo que el país necesita escuchar de Santos, es que está inconforme con el estado actual de nuestra economía y qué es lo que va a hacer al respecto.

Si el gobierno cree que todo va bien, entonces no hay razones para cambiar el rumbo sino razones para la rumba. ¡Con razón tanta bailadera!

Es hora de que Santos comience a ver el vaso medio vacío y deje de andarnos serenateando con cantos de sirenas.