Renunció o lo renunciaron: he ahí el gran dilema de Benedicto XVI

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"La grandeza de los hombres se mide en momentos difíciles" (Protágoras)

Siguiendo los derroteros de algunos de sus predecesores en el trono pontificio, monseñor Joseph Ratzinger, venido desde las montañas teutónicas, después de servirle a la iglesia por algo más de cincuenta años, hasta llegar a lo más encumbrado de la misma, decide abdicar al trono e irse hacia un monasterio a descansar y apartarse de los vericuetos e intríngulis que deambulan por El vaticano, y ofrece como explicación del mismo el hecho de no contar con las fuerzas, -vaya uno a saber si físicas o mentales-, suficientes para seguir llevando a cuestas semejante piano, muy deseado por muchos pero nada envidiable dentro de esa cofradía absurda y celosa denominada Iglesia católica en donde confluyen los escándalos y las rivalidades.

La renuncia de su santidad Benedicto XVI, que ha tomado por sorpresa a más de uno, tal como lo manifestó el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, ha provocado un verdadero cisma al interior de la iglesia, en razón a que nadie se esperaba semejante y abrupta decisión, sobre todo viniendo de un prelado y purpurado que ha trasegado la mayor parte de su vida en los pasillos de El Vaticano, codeándose con algunos de sus antecesores y bebiendo el almíbar selecto de quienes ostentan tal distinción, y la consecuencia es que se vislumbra una situación caótica desde el punto de vista del ajuste y reacomodo de las piezas que hacen parte del engranaje de la cúpula de una iglesia que ha sufrido los embates de una sociedad que ya no resiste más tantos desafueros de algunos, -muchos-, de sus representantes y han puesto en tela de juicio su verdadera intención y función evangelizadora y es por ello la aparente disminución de fieles que se han deslizado furtivamente hacia otras corrientes en donde parecieran buscar refugio a sus inconsistencias, debilidades o ambigüedades de su fe.

Luego del impacto que generó tal baculazo en la feligresía católica, la misma que aún no se repone de ver a un enviado de Dios renunciando a tantas veleidades juntas, se ha venido conociendo uno que otro argumento epistolar cuya marcada tendencia es la de pretender justificar el por qué el purpurado alemán decidió hacerse a un lado del camino y no esperar, como la gran mayoría de ellos, el llamado inexorable del todopoderoso y ha empezado a balbucear una que otra puntada explicativa y lo único que está logrando es poner al descubierto el comportamiento casi mafioso que se vive en las mismísimas entrañas de El Vaticano en donde se dan cofradías y componendas tendientes, cada una de ellas, a manejar los hilos del poder, un poder ilimitado y extendido por todos los puntos cardinales de la tierra.

No deja de parecer extraño y en ello coinciden todos aquellos que se precian de ser vaticanólogos, que tan pronto como se conocieron los Vatileaks en los cuales, de manera descarnada, se desnudaban algunas verdades y componendas acontecidas en el seno de la iglesia, además de la publicación de documentos exclusivos del entorno de su santidad, en donde estuvo involucrado su empleado de confianza, ahora quien regentaba los hilos del poder y la fe en la iglesia católica manifiesta que se siente impotente e incapaz de seguir cargando descomunal cruz y que mejor prefiere retirarse a un monasterio antes que sucumbir a esos embates y mandobles que llueven de todas partes y los que, día tras día, dejan al descubierto que la iglesia católica pareciera no querer hacer absolutamente nada por encarrilar a muchas ovejas descarriadas que en el pasado, y aún hoy, han manipulado su condición sacerdotal para beneficiarse de manera personal y así satisfacer sus reprimidos comportamientos que siguen imperando allí y que siempre serán los causantes de tantos desmanes humanos y procedimientos lascivos y libidinosos ante los cuales han flaqueado muchos de ellos.

El mundo católico se prepara para un nuevo cónclave en el cual estarán reunidos los más poderosos representantes y jerarcas de la cofradía eclesiástica y allí designarán a un nuevo intercesor entre Dios y la humanidad y allí, nuevamente, veremos ese despliego palaciego del derroche y la pomposidad de cómo se manejan las cosas en su interior y surgirán también nuevas intrigas y reacomodos posicionales porque lo que importa, -y mucho-, es hacer los correspondientes ajustes en la cúpula direccional y seguir levitando como si nada estuviera ocurriendo y es aquí en donde la feligresía seguirá absorta en ese marasmo social y conviviremos con una iglesia encerrada de manera pétrea en sus normas y codificaciones obsoletas, mientras el mundo, ese de carne y hueso, continuará esperando que se apliquen los correctivos del caso y se castigue a los responsables de esas conductas abyectas, no sin antes sentirse decepcionado cuando otra vez aparezcan informaciones filtradas sobre las bajezas de procederes y comportamientos que atentan contra la intimidad de las personas. Aquí si, como dice el refranero popular, amanecerá y veremos y, ojalá se dé la verdadera renovación que venimos esperando desde hace tantos años.