Celebración de año nuevo

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Posiblemente, cuando lea esta nota, se estará recibiendo el Año Nuevo en Australia, el primer país del mundo a donde llega: es la capital mundial de la Víspera de Año Nuevo.

El calor del verano agobia y las gentes salen a la calle a esperar el cambio de calendario: eventos culturales y deportivos, celebraciones al aire libre, iluminaciones y fuegos artificiales a medianoche en el Puente de Sydney con el Opera House como telón de fondo; las bocinas de los carros, las campanas de las iglesias, pitos y silbatos les dan la bienvenida. Melbourne, Brisbane, Perth y Adelaida se suman. Hobart recibe a los yates de la regata que sale de Sydney. En Canberra, la capital, conciertos al aire libre, comida y teatro callejero adoban la celebración.

Los occidentales celebramos en fechas distintas a los orientales, pues los criterios de cambio de año son diferentes. El calendario juliano (47 a. C) de refrendado luego por el gregoriano (1582) cambiaron los idus de marzo por el primer día de Jano, el 1º de enero que coincide con la Circuncisión de Jesús según el Evangelio de Lucas, para celebrar la llegada del año venidero. Esta costumbre tenía un importante significado religioso durante la Edad Media, se impuso en Occidente y hoy se celebra incluso en países de culturas propias y religiones diferentes.

Era un tiempo de reflexión para dejar atrás los errores, los malos tiempos y costumbres nocivas, y comenzar con renovadas esperanzas libres de tales cargas. La costumbre de quemar a medianoche el "año viejo", monigote con figura humana que representa el año que termina, hecho de harapos y relleno de aserrín, papel, pólvora y otros elementos, simbolizan lo que se quiere dejar atrás. De origen pagano (saturnal romano o celta de Iberia), es común a otras culturas; para nosotros, herencia de los colonizadores españoles y adoptado sincréticamente en Perú y México, donde existían rituales similares de los aborígenes.

La celebración latinoamericana del Año Nuevo tiene características regionales propias: en Ecuador, el monigote al que se le incluye un "testamento" tiene máscaras de personajes a quemar. En el centro del Perú el muñeco se quema en la plaza del pueblo mientras unos danzantes con sonajeros disfrazados (waquis) expresan distintos estados de ánimo mientras desfilan por las calles invitando a los parroquianos a sumarse a la celebración, que tiene su clímax a medianoche y suele ser bastante larga. En Uruguay se quema a Judas. Chile exhibe la más grande pirotecnia del mundo, con más de 30 kilómetros de fuegos artificiales, "Año Nuevo en el mar" que van de Quintay a Concón mientras Valparaíso recibe 2 millones de visitantes para admirar el espectáculo. En Veracruz, México, los indígenas disfrazados de diablos danzan "chenu", nombre del monigote.

Colombia tiene distintas formas de pasar al año siguiente; casi siempre el monigote aparece sentado con una botella de licor, y representan con humor personajes o acontecimientos que se desean dejar atrás. En el país opita se denomina Taitapuro, deidad indígena; en los Santanderes, carrancho. Perniles, pavos y tamales bajan con aguardiente o cerveza; "Faltan cinco pa las doce", "La víspera de Año Nuevo" y "Un año que viene y otro que se va" suenan en simultánea en todas las emisoras con sirenas y pitos de fondo; uvas, ropa interior amarilla y vuelta a la manzana maleta en mano matizan el cambio de año.

¿Cómo se celebra en el resto del mundo? Nueva York, capital del mundo, lo vive varias veces; para recibir el 1º de enero, 3 millones de visitantes se toman parques y sitios de diversión; después vendrán los años nuevos chino y judío.

Los españoles a medianoche comen las 12 uvas, una con cada campanada, (costumbre incorporada a nuestras tradiciones) mientras destapan sidra para atraer la buena suerte. Los vetero-católicos cambian de año el 4 de febrero; algunos cristianos ortodoxos lo hacen el 14 de enero: Las iglesias protestantes celebran el 1º de enero, pero no lo hacen los bautistas, luteranos, adventistas y Testigos de Jehová.

El año nuevo chino se basa en el calendario lunar, por lo cual la fecha es cambiante entre el 21 de enero y el 21 de febrero. Rosh Hashanah, el año Nuevo judío, cae siempre el 1 y 2 de Tishrei: 5 a 6 de septiembre en 2013; también cambia cada año. Los musulmanes acaban de celebrar en noviembre; tampoco, la fecha es fija.

Los indígenas mapuches y aimaras, con el solsticio de invierno del Sur. Losar, el año nuevo tibetano, cae entre enero y febrero. No coinciden las fechas de las distintas fiestas ni sus liturgias, pero en todo el planeta, el ritual de cambio de año tiene importancia capital para renovar esperanzas, aún cuando muchas promesas sean de borracho o, sencillamente, de "Año Nuevo".