Entre Colombia y Nicaragua, dónde están las cédulas de la corona española

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"Los derechos humanos son sus derechos. Tómenlos. Defiéndanlos. Promuévanlos. Entiéndanlos e insistan en ellos. Nútranlos y enriquézcanlos... Son lo mejor de nosotros. Denles vida". (Kofi Annan, Premio Nobel de Paz 2001).

El día 19 de noviembre de 2012 siempre quedará marcado en el corazón de los colombianos, casi hasta hacerlo sangrar, por cuenta de una decisión que, en derecho y en justicia, pareciera cercenar toda la concepción del derecho internacional por cuanto despedazó de un tajo todo aquello que hasta ese instante se concebía como una muestra de equilibrio y que simplemente lapidó las ilusiones de un pueblo raizal que, abandonado a sus suerte por los gobernantes de antes y de ahora, sintió en las profundidades de su alma una artera decisión que, inicialmente los congeló, pero inmediatamente se sacudió y retomó ese espíritu indomable y guerrerista que siempre los ha caracterizado y para ello empuñó las banderas del inconformismo y su dignidad sirvió como antorcha para enfrentar esas horas aciagas que siguieron a ese nefasto momento en que se anunció la absurda decisión.

Si nos atenemos exclusivamente a lo que hasta ahora se conoce de la traducción textual del contenido del fallo emitido por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Colombia debería darse por bien servida por cuanto la demanda de Nicaragua consistía en reclamar la soberanía sobre la isla de San Andrés y providencia y nuestro país se dedicó de manera obcecada y enconchada a proteger ese remanso de paz y paraíso turístico y, por estar distraído en ese cuento, se olvidó de las otras protuberancias marinas que también deben tener algo, como en efecto lo tienen, y es a partir de ese olvido absurdo en donde se pierde ese enclave de peñascos en el Caribe, aunque después de ganar casi setenta y cinco mil kilómetros, con banco de pesca incorporado y posibilidades de que en la plataforma marina haya recursos energéticos, ellos, -los sandinistas-, pudieran darse por bien servidos y están que saltan en un solo pie de la dicha.

Hoy, cuando la simpleza de los hechos demuestran que tan sólo un par de meses atrás la ministra de Relaciones Exteriores colombiana estaba preparando el terreno cuando manifestó que los fallos de ese alto tribunal eran medio salomónicos, y allí el mundo se le vino encima porque espetaron los tratadistas de pacotilla que en este país creen poderlo arreglar todo a las patadas y a los madrazos, y nos damos cuenta que es imperativo que sepamos más y mejor las cosas y dejemos de estar creyéndonos el cuento de que nos la sabemos toda, lo cual no es cierto y no deja de ser ridículo, sobre todo cuando el equipo de juristas encargados de la defensa de la patria nunca hizo presencia en el país de los tulipanes y todo quisieron arreglarlo en la distancia y haciendo gala de una tozudez típica de la casta política de los colombianos que creemos ganarlo todo por cuenta de ese nacionalismo tropical.

Sin embargo, Colombia debe asumir su responsabilidad y con valentía y siempre actuando dentro de los linderos del derecho internacional, y para ello deberá, aparte de respetar y acatar el fallo, jugarse dos cartas fundamentales, entre otras apelando al recurso de aclaración o interpretación, el cual debe hacerlo dentro de los próximos seis meses, o, de lo contrario, pedirle a la misma corte la revisión del fallo, para lo cual dispone de un plazo de diez años y para ello es menester aquí recordar que durante la existencia de la Corte solamente se ha interpuesto tres recursos de revisión, de los cuales negó dos por cuanto no se presentaban hechos nuevos y simplemente aceptó uno, aunque la final de la jornada el país interesado decidió no continuar y desistir de sus pretensiones.

En medio del comentado fallo no se sabe qué pasará con el manejo de Seaflower, la reserva de biosfera marina más grande del planeta, después de perder el 52% de ella, además de la calidad y cantidad de lo que dispondrán los raizales frente a la pesca de camarones y langostas y para ello siempre será necesario y obligatorio escuchar la voz de los que nunca fueron oídos ni tenidos en cuenta para la defensa de esa demanda, ya que son ellos quienes sentirán el impacto de semejante mazazo que ese tribunal le ha dado a Colombia y no quedarnos en esa ridícula posición de los mismos anarquistas de siempre que, sin argumentos y bravuconadas, recomiendan no acatar el fallo, como si eso fuera así de simple: confiemos que el buen juicio preñe en el corazón del gobierno y se tome la mejor decisión, siempre teniendo como norte a la población nativa y paisana de la barracuda azul.