Existen muchas definiciones, pero hemos escogido una, la del Consejo Internacional para las iniciativas ambientales locales, Iclei, que resume, en nuestra opinión, todas las aristas: "El Desarrollo Sostenible es el que ofrece servicios ambientales, sociales y económicos básicos a todos los miembros de una comunidad sin poner en peligro la viabilidad de los sistemas naturales, construidos y sociales, de los que depende la oferta de esos servicios".
Más de 70 ciudades latinoamericanas se hicieron presentes, además de intendentes, presidentes comunales, alcaldes, prefectos y autoridades locales, que debatieron sobre la grave salud del planeta, de la cual, ojalá no sea muy tarde, nos hemos apercibido.
En el marco paralelo de una variada programación cultural, temas como desafíos del agua en el siglo XXI, energías renovables en la nueva matriz energética, viviendas y energías renovables, el rol de la arquitectura en la ciudad sustentable, sustentabilidad en la construcción y en el diseño de espacios públicos, género y sustentabilidad ambiental en la dimensión local, el cambio climático vinculado a la salud, la educación y la conflictividad social, participación ciudadana en la gestión de los residuos urbanos, recuperación de cuencas hídricas, monitoreo de aguas en programas con participación de la comunidad, la explotación minera, etc., encontraron el escenario apropiado en esa semana de discusión, debate y propuestas hacia el inmediato futuro.
Nos merece especial distinción el estudio final, conocido como el documento de Rosario, el cual proyectado hacia la Cumbre de Río+20, en junio próximo, enfatiza el papel que vienen desarrollando las 261 ciudades asociadas de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, algunas de Colombia, (que agrupa a más de 80 millones de personas), dentro de lo que se ha denominado como Mercociudades, (en el marco de Mercosur) que además de los fines propios de integración regional y el desarrollo del intercambio y la cooperación horizontal entre las municipalidades de la región, destacó la necesidad de aclimatar la disciplina de gestión, para avanzar en el desarrollo sostenible con participación ciudadana; instó al fortalecimiento de la cooperación sur-sur , involucrando a los actores locales, y llamó al compromiso para trabajar en conjunto, con acciones coordinadas y a través de cooperaciones y acuerdos entre las ciudades para lograr el cumplimiento de las agendas ambientales locales.
Finalmente el documento hace un serio cuestionamiento a la responsabilidad de los países desarrollados, responsables de la actual problemática ambiental global, solicitando su necesario aporte.
Un serio diagnóstico de nuestro planeta en cuidados intensivos que nos ha sido indiferente, fue el que escuchamos en los escenarios rosarinos, pero también un saludo de esperanza, si todos con pequeñas acciones continuadas, resolvemos salvarlo y por supuesto, salvarnos también nosotros.