Le creo a Petro cuando dice que no quiere relegirse y que se ira en el 2026. No porque sea un demócrata a carta cabal sino por tres razones bastante simples.
La primera, en lo personal nunca estuvo preparado para gobernar y por lo tanto odia su trabajo. Es un puesto que obviamente le quedó muy grande y se siente totalmente incompetente y esto pasa una factura psicológica, ya que es traumático y doloroso el saberse incompetente y los seres humanos estamos diseñados para huir del dolor. Hoy está atrapado en la camisa de fuerza del poder y quiere liberarse a cualquier precio.
La segunda es que sabe muy bien cómo ganó y entiende que al toro no lo capan dos veces y que la oposición, tal como sucedió en Venezuela, estará preparada para evitar el fraude y hacer valer el voto de los colombianos. Es decir, no tiene mayorías para ganar él o poner presidente.
La tercera es que su gobierno ha sido catastrófico incluso para los que supuestamente se han beneficiado. Ha sido un gobierno de promesas ridículas e incumplidas y de paso ha sido creador de pobreza y le ha entregado el país a las bandas delincuenciales. Esto ha llevado a un total desencanto con su “proyecto” y muchos de los que lo apoyaron hoy son sus críticos. Hay un arrepentimiento muy grande y extendido entre quienes votaron por Petro, en quien ven hoy un charlatán rodeado de corruptos e ineptos.
Por todo lo anterior, cuando Petro y su ministro del Interior amenazan con Asamblea Constituyente, realmente están cañando. No hay que temerle a Petro. De hecho, ladra tanto y tan fuerte porque está asustado; una constituyente sería un autogolpe duro; no tiene la fuerza política ni los números para salir triunfante.
Así el panorama, la única opción de Petro para quedarse, si quisiera, sería un golpe de estado, y realmente no veo a las fuerzas armadas haciéndole el juego a una ruptura constitucional, menos ahora con Trump de presidente de los Estados Unidos. Y para poner presidente tendría que hacer un fraude monumental. Las cosas están dadas para que el péndulo se mueva hacia la derecha.
Si la izquierda llega a la presidencia en el 2026 no será porque ganó sino porque la derecha perdió, porque los egos y las mezquindades pesaron más que los intereses del país. Entiendo la debilidad humana de creernos mesías y creer que somos los únicos que sabemos y podemos salvar al país. Creemos que ladrarle fuerte al Petro y conocer cuáles son los problemas del país nos hace idóneos para gobernar un país tan complejo como Colombia. Nada más equivocado, y entender esto debería ser suficiente para descalificar a muchos que han saltado a la palestra y quieren ser presidentes: gobernar bien a Colombia exige mucho más que hablar golpeado; exige capacidad gerencial.
Por otro lado, veo posibles candidatos que conocen los problemas y saben cómo resolverlos, pero que en mi opinión no tienen el temperamento para ser presidentes. Entre estos, me gusta José Manuel Restrepo Abondano, quien pienso sería una excelente formula vicepresidencial, al cual podría dársele responsabilidades acordes a su capacidad, pero sin el peso del manejo político y del orden público.
Se esperaría que los tibios de siempre se marginen; es decir, Fajardo y Alejandro Gaviria. Éste último demostró su falta de criterio al montarse, y ayudar a montar, un proyecto criminal. Culpa suficiente para inhabilitarlo de por vida. Fajardo ha sido mucho más coherente pero su formación académica y su esencia de profesor en estas lides es un problema; dedica demasiado tiempo a sopesar y cavilar, lo que lo hace percibir como indeciso. La presidencia no es el trabajo indicado para un académico de estas condiciones.
Ojalá los precandidatos entiendan el momento histórico-político y actúen en consecuencia.