Santa Marta siempre era una sociedad conservadora, cerrada, donde poco pasaba y aislada mayormente del acontecer mundial; eso nos hacia una sociedad tranquila y agradable donde todos nos conocíamos y compartíamos y no le pedíamos más a la vida que seguir disfrutando de lo que la naturaleza nos había regalado. Visto desde fuera, nos veían como conformistas. Sin embargo, nada dura toda la vida, y este estado insular y paradisiaco sería alterado dramáticamente por acontecimientos locales y mundiales.
La segunda guerra mundial alteró el curso de la historia. Un mundo dividido en dos bloques: Unión Soviética y Occidente. Éste último liderado por los Estados Unidos y convertido en la mayor potencia industrial y económica del mundo. Una segunda consecuencia fue el confrontar a la humanidad con la posibilidad de la destrucción del planeta con armas nucleares, y posteriormente, dos eventos que casi nos conducen a ella: Berlín y Cuba. Otra consecuencia fue el alterar el papel de la mujer en la sociedad, ya que mientras los hombres peleaban en la guerra, ellas movían la economía. En el enfrentamiento entre la Unión Soviética y el bloque Occidental, se dieron guerras colaterales, entre estas Vietnam y Cambodia, lo cual llevó a que muchos soldados americanos se convirtieran en adictos a drogas psicotrópicas.
Producto de estos hechos históricos, surgen el feminismo, la revolución del 68, el uso extendido de la droga y el movimiento hippie. Cambió el papel de la mujer en la sociedad y la familia y quedó un mercado de drogas en los Estados Unidos, siendo Méjico el mayor y principal proveedor. Posteriormente, esto último dio lugar a la guerra contra las drogas que conllevaría al traslado del negocio a la Sierra Nevada de Santa Marta.
En Colombia, la violencia política contribuyó a la urbanización del país, desplazando personas hacia las grandes ciudades y grupos del interior del país hacia la Costa Atlántica. A la Sierra Nevada llegaron colonos, y muchos se dedicaron a la siembra de café. Otro grupo que llegó fue el de los llamados turcos, generalmente libaneses y sirios, huyendo de la violencia y destrucción de la guerra con Israel. Estos se dedicaron al comercio, y en Santa Marta al negocio de telas y similares. También llegaron chinos, porque siempre han llegado a muchos países buscando mejores oportunidades. Los santandereanos y los chinos montaban tiendas, de hecho, las de los chinos eran las únicas abiertas los domingos cuando en Santa Marta todo se cerraba los domingos y la ciudad moría, o mejor, descansaba.
Dos acontecimientos tuvieron enorme impacto: Santa Marta dejó de ser la capital del Magdalena Grande para serlo solo del departamento del Magdalena, y la necesidad de unir los nuevos polos de desarrollo nos dejaron la Troncal del Caribe, especialmente el que nos une a Riohacha. Otro acontecimiento que afectó nuestra vida por un tiempo fue el boom petrolero de Venezuela por cuenta del embargo de la OPEP, y que jocosamente es recordado como la Venezuela Saudita y dónde los venezolanos con actitud de nuevos ricos decían está barato dame dos.
En la Santa Marta antes de estos acontecimientos, cuando había un divorcio era un gran escándalo social. Si había dos marihuaneros no había tres y todos sabían quiénes eran por su peculiar caminar y forma de vestir. Todos sabíamos quiénes eran los rateros de la ciudad, y había un par de barrios, me reservo los nombres para no herir susceptibilidades, de mala reputación donde uno no iba por nada del mundo. La zona de tolerancia era el final del malecón de la bahía pegado al puerto; por allá la gente de bien no pasaba a menos que fuera en carro y rápido.
En la siguiente columna les contaré sobre la Santa Marta que olía a cebada y café.