Una minoría ha infectado exitosamente a gran parte de la población mundial con el virus Woke, que no es otra cosa que un potpurrí de causas progresistas. Se ha valido del control casi total de los medios de comunicación para convertir en enemigos del progresismo a las personas de fe y a quienes creen en el orden natural de las cosas y la recta razón. De aquí que Trump sea una amenaza existencial, así como lo somos todos los que defendemos los valores tradicionales. ¿Por qué somos considerados una amenaza? Primero intentemos entender lo que es el progresismo (wokeness).
Progresismo, en mi opinión, es la ideología que pretende normalizar las enfermedades mentales y los actos contra natura por medio de la creación de ficciones y la manipulación de la naturaleza y valiéndose de la propaganda, de instrumentos legales y de la ciencia. Es la certeza de que cambiando las apariencias y los accidentes se cambia la esencia de las cosas y de los seres humanos. No existe un orden dictado por la naturaleza ni existe Dios, o existe un Dios indiferente.
En contraposición, los conservadores creemos que hay un orden natural y que el uso de nuestras potencias humanas debe hacerse conforme a la recta razón. Por ejemplo, solo hay hombre y mujer, las uniones del mismo sexo no son familia y una mujer trans es hombre. Una boxeadora italiana se retiró de la competencia olímpica después de que una mujer trans algeriana le diera golpes de hombre. Una cirugía y el uso de pronombres no cambian la realidad de la naturaleza.
El progresista cree, equivocadamente, que el orden natural de las cosas tiene su origen en el Dios judeo-cristiano. Consecuentemente y para que la agenda progresista triunfe, lo primero es convencer a las personas de que Dios es una ficción o no condena; entonces la cultura (dictadura) producto de ésta ficción debe desaparecer. ¿Por qué? Porque condena mis enfermedades mentales y actos contra natura. Si Dios no existe o lo perdona todo, nada es malo y todo es permitido. De aquí la burla de la Última Cena en la apertura de los olímpicos de Paris.
Entiendo por enfermedad mental la discrepancia entre realidad y la percepción que una persona tiene de ella. Por ejemplo, un hombre que después de una operación de conversión cree que ya es mujer. Es también enfermedad mental, consecuencia de lo anterior, usar de las potencias humanas para lo que no fueron diseñadas. Sin embargo, la esencia es tozuda e inmutable por ser metafísica. Viendo un carro se entiende el propósito del inventor.
Se equivocan quienes no creen que lo que se libra hoy en el mundo es una batalla cultural a muerte, e ingenuamente, y generalmente infectados por la propaganda, toman posiciones políticas con base en consideraciones distintas a la defensa férrea de los valores tradicionales fundamentales. El progresismo quiere destruir nuestra Fe y las instituciones que abogan por el orden social y la autoridad. Quieren imponer un nuevo orden social basado en una locura colectiva.
Las elecciones en los Estados Unidos es el escenario decisivo de esta batalla a muerte debido a la influencia que este país tiene en el mundo. Por esto, Trump está enfrentando la embestida de una formidable maquinaria propagandística mundial. Esa misma maquinaria que demoniza y deshumaniza a todos sus enemigos e instrumentaliza las instituciones para lograr su cometido. Por otro lado, que Harris sea promovida como la campeona de los derechos reproductivos de las mujeres, debería ser suficiente para que ningún cristiano creyente le dé su voto. Kamala Harris es el ángel de la muerte y por tanto es claro a que bando pertenece.
En esta lucha hay que tomar lados y no valen las medias tintas. Defendamos nuestros valores conservadores y denunciemos sin miedo las ficciones del progresismo antes de que sea tarde.