Me fui unas semanas de vacaciones y a mi regreso me encuentro con que el mundo enloqueció aún más. Biden se defenestró políticamente después de un desastroso debate, Macron sumió a Francia en el caos y Petro en su gabinete cambió unos incompetentes por otros.
Lo de Biden era crónica de una muerte anunciada. Todos sabíamos de su estado mental y de su incapacidad para cumplir con los deberes del trabajo más difícil del mundo. El debate solo despejó todas las dudas al respecto. Lo curioso es que todos los medios progresistas y miembros del partido demócrata llevaban un largo tiempo ocultándole la verdad al mundo, quizás creyendo que la amenaza Trump justificaba la estrategia. Al momento de escribir estas líneas se conoce en los medios estadounidenses que la tal amenaza existencial que supuestamente representa Trump para el mundo es una verdad alternativa construida por los medios progresistas. Es una mentira pero que da réditos políticos.
Para muchos, dentro de los cuales me incluyo, el problema grande no es que Biden pierda sino que gane. La nación más poderosa del mundo y lo que está sucediendo geopolíticamente necesitan de un liderazgo capaz, firme y decidido, y esto comienza con la proyección personal de poder que solo el presidente de los Estados Unidos puede hacer. La supervivencia de Occidente y sus valores dependen de algo tan simple. Es difícil, por no decir imposible, que Biden, o lo que queda de él, pueda sobrevivir esta debacle política. El susto es que lo que queda de Biden es menos peor que Kamala Harris, quien es la Francia Márquez estadounidense en términos de ineptitud e ignorancia. La situación para el partido demócrata es bastante compleja y sin una salida que pueda garantizar el éxito electoral.
Si por los Estados Unidos llueve, en Francia diluvia con rayos y centellas. En una incomprensible movida política que supuestamente estaba encaminada a fortalecer a un debilitado Macron y apuntalarlo en el poder, las cosas salieron muy mal. Las elecciones en junio mostraron a una derecha fortalecida con Le Pen a la cabeza y el pánico desatado en el progresismo los llevó a hacer alianzas impresentables, que aunque detuvieron la toma del poder de Le Pen, sumieron a Francia en una situación de ingobernabilidad y caos político que durará varios años. La celebración de los progresistas del mundo por haber detenido, por el momento, el ascenso de Le Pen, equivale al dueño que destruyó su casa con explosivos pero celebra haber matado al ratón que lo asustaba. La debilidad de Macron unida a la del Canciller Scholz en Alemania coloca a la Unión Europea en una situación difícil, ya que estos dos países son el motor político y económico de la Unión. La realidad de un Putin amenazante en busca de una reivindicación histórica y una guerra en el corazón de Europa plantea retos geopolíticos, no confrontados en décadas, para la Unión Europea. Reto que en lo militar involucra la alianza trasatlántica, OTAN, que debe ser fortalecida pero cuyo liderazgo y fortaleza real reside en la Casa Blanca. En la mente de los líderes europeos flota la inquietud por el eventual regreso de Trump a la presidencia. En mi opinión, inquietud injustificada ya que lo único que ha exigido Trump es que todos los países cumplan con el apoyo económico al que se comprometieron. Los contribuyentes estadounidenses están cansados de subsidiarle la dolce vita a los europeos. De hecho, gracias a la presión de Trump, la OTAN y la Unión Europea estuvieron mejor preparadas para confrontar a Putin cuando decidió invadir Ucrania.
Con respecto al gabinete Petro no hay mucho que decir; el mismo circo malo que dejé, pero con nuevos payasos.