Escrito por:
José Vanegas Mejía
Columna: Acotaciones de los Viernes
e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es
Informaciones que circularon hace algunos años (2015) anunciaron el descubrimiento de los restos de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la novela de novelas, ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’. El prestigioso diario español El Mundo tituló así una noticia en primera página: “Es Miguel de Cervantes, seguro, seguro, seguro... bueno, casi seguro”. Esa inquietud puso una vez más en primer plano al escritor más importante en lengua española, al ‘Príncipe de los ingenios’. Sus restos se perdieron entre 1630 y 1730, período en el que se construyó la cripta del Convento de las Trinitarias Descalzas en Madrid, ubicado en el Barrio de la Letras. Según eso, la duda, aunque sea mínima, subsiste. Esa polémica da pie para decir algo de Cervantes diferente de los ríos de tinta que han corrido sobre ‘El Quijote’.
De Cervantes se sabe casi todo, aunque su obra cumbre se menciona mucho pero cada día se lee menos. Recordemos que nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y falleció en Madrid el 23 de abril de 1616. A este autor se lo asocia con ‘El Quijote’ pero se deja por fuera el resto de su obra. Sin embargo, sus ‘Novelas ejemplares’ son dignas de mejor trato por parte de profesores de literatura y, por consiguiente, de lectores en escuelas y colegios. Si por ellas se iniciase el estudio de Cervantes, mayor sería el interés por adentrarse en la obra cumbre de ‘El manco de Lepanto’. Aunque la vida de Cervantes presenta otras facetas importantes, como el cultivo de la poesía, el teatro y sus actividades como soldado, nos interesa destacar algunos aspectos de sus ‘Novelas ejemplares’.
Son una serie de doce relatos más o menos cortos que Cervantes escribió entre 1590 y 1612. Fueron publicadas en 1613. Seis de estas narraciones denotan un carácter idealista y tratan temas sobre enredos amorosos. Se puede afirmar que no pretenden ahondar en el aspecto psicológico de los personajes; más bien nos traen a la memoria las aventuras del pícaro de ‘El lazarillo de Tormes’, de autor anónimo. A esta tendencia idealista pertenecen ‘El amante liberal’, ‘Las dos doncellas’, ‘La española inglesa’, ‘La señora Cornelia’ y ‘La fuerza de la sangre’. Se consideran realistas: ‘Rinconete y Cortadillo’, ‘El licenciado Vidriera’, ‘La gitanilla’, ‘El coloquio de los perros’, ‘La ilustre fregona’, ‘El celoso extremeño’ y ‘El casamiento engañoso’.
Para escribir sus ‘Novelas ejemplares’ Cervantes se inspiró en obras italianas del mismo estilo. De hecho, la lengua castellana ya había seguido la senda de la italiana al adoptar y adaptar el soneto en sus versos endecasílabos (de once sílabas). Juan Boscán y Garcilaso de la Vega fueron los pioneros en esta afortunada apropiación del italiano; con este aporte rindieron homenaje al gran poeta Francesco Petrarca.
Sin duda, las más conocidas de las ‘Novelas ejemplares’ son ‘La gitanilla’ y ‘El licenciado Vidriera’. La primera es la más larga. Trata de una muchacha de origen noble raptada por gitanos y educada por ellos; un noble se enamora de ella y decide llevar una vida gitana a su lado. Cuando se descubre todo, la historia termina felizmente con el matrimonio de la pareja.
Por su parte, ‘El licenciado Vidriera’ es un joven pobre de nombre Tomás Rodaja. Viaja a Salamanca a estudiar, acompañando a un noble. Culmina sus estudios con honores; recorre varias ciudades de Italia, pero pierde la razón debido a un hechizo de amor que le han suministrado. Él cree tener el cuerpo de vidrio y ser sumamente frágil. Como su agudeza es sorprendente, todos le consultan sus problemas. La novela está conformada por las predicciones y conceptos emitidos por el licenciado mientras estuvo en estado de locura. Al final recobra la razón; entonces nadie cree lo que opina o vaticina.