El fin de semana pasado estalló a través de la Revista Semana, uno de los escándalos más grandes en la política y administración pública reciente en Santa Marta. Se dio a conocer con detalle lo que muchos comentaban, y algunos afectados, tímidamente denunciaban; un profundo entramado, que según se documenta, se ha gestado desde el actual Gobierno Distrital con el fin de constreñir electoralmente a sus contratistas e influenciar en decisiones de la justicia y entes de control. Asimismo, manosear mediante algunos medios de comunicación la información pública en favor de los intereses particulares de su grupo político. No obstante que el escándalo es de talla mayor, pues fueron salpicados varios sectores locales, el sentimiento que subyace al ruido y la comidilla política producidos, es que aquí, en Santa Marta: ¡No pasa nada!
Parte de la responsabilidad de que “aquí no pase nada”, es esa relación amangualada que mantienen los poderes político y judicial. Aunque no puede generalizarse la conducta de los operadores de justicia y entes de control, su falta de resultados en investigaciones, ha facilitado que personajes locales que han apalancado sus proyectos políticos desde la criminalidad –denuncias por delitos de lesa humanidad y corrupción-, ostenten el poder institucional. ¿Cómo sorprenderse de investigaciones engavetadas por años, si los gobernantes procesados en dichos casos contratan a los familiares del fiscal? Reafirma esto, el ideario colectivo que: “la justicia, para los de ruana”.
Pero si la justicia es ciega por conveniencia, el control político además de ciego, es sordo y mudo por convicción. No extraña encontrar en las listas publicadas, las referencias de cuotas burocráticas de concejales, cuyo costo es el progreso de la ciudad. Tampoco extraña que estos mismos concejales aprueben acuerdos como el N° 027 de 2022, que comprometen a largo plazo las finanzas de la ciudad para proyectos que no cuentan con un serio respaldo técnico-financiero.
El Concejo de Santa Marta, es corresponsable de la condición fallida en que esta se encuentra. Durante años, la mayoría de concejales, han abusado de la confianza de sus electores, para en lugar de realizar un control político-administrativo del ejecutivo, presionar por burocracia y prebendas. El actual Concejo, es una muestra vergonzosa del nivel de degradación en el que está sumida la institucionalidad local: su desempeño, deja más pena que gloria.
Otro de los sectores salpicados, ha sido la prensa local. La labor de algunos medios debe cuestionarse por la impresentable parcialidad de sus publicaciones y la agresiva militancia política que han asumido, la cual, ha contribuido en la propagación y profundización de la polarización social. Ha sido necesario que medios nacionales vengan a destapar las ollas podridas, porque muchos locales, se convirtieron en extensiones de las oficinas de comunicaciones de despachos públicos.
El Gobierno Distrital intentará negar lo denunciado, veremos si Semana rectifica. Mientras esto sucede o no, lo cierto es que ese “sistema” de contratación expuesto, donde la referencia política y la lealtad en las redes sociales son los criterios de selección de personal, explicaría por qué este gobierno fue evaluado como el más ineficaz del país en gestión pública. Explicaría también por qué la ciudad se debate actualmente entre los peores indicadores de desarrollo socioeconómico en el orden nacional: tercera con mayor pobreza (51,6%), último puesto en calidad educativa, cuarta mayor informalidad (61,6%) y entre las 50 ciudades más violentas del mundo (37).
Pero, hay que admitirlo, todo esto no sería posible sin una ciudadanía, que en su mayoría, se ha conformado con ser espectadora, como si este caos, no tuviera consecuencias en sus vidas. La conducta que sigue: baja participación electoral y aumento del clientelismo político: fórmula segura para que accedan y mantengan el poder, corruptos con aires de mesías.
Los samarios, en especial sus líderes sociales, políticos y económicos, al parecer, padecen el síndrome de la rana hervida; se quedaron tranquilos mientras el agua calentaba, y ahora que esta hierve, son incapaces de salir de la olla.
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