Santa Marta, enhiesta, cumple el aniversario 498 de haber sido erigida en villa. Con ese acto institucional cumplió el fundador, don Rodrigo de Bastidas, la real orden de la metrópoli española que mandaba fundar una ciudad en suelo americano.
Narran las crónicas que la ceremonia fundacional -revestida de la solemnidad acostumbrada- se materializó en terreno del sector conocido actualmente como playa de los “Cocos”, adyacente a la boca donde el río Manzanares vierte sus aguas al mar Caribe.
Según anotaciones que documentaron el ritual, asistieron a él el escribano fundador, un séquito de compatriotas suyos y nutrido grupo de pobladores vernáculos. Desde el lejano 29 de julio de 1.525 los habitantes del terruño conmemoran cada nueva anualidad.
En los anales bibliográficos están plasmados escritos que cuentan con singular casuismo episodios interesantes atinentes al proceso de la fundación. Ilustran que Bastidas había recorrido las aguas del mar Caribe en varias ocasiones; que en uno de esos viajes la expedición que comandaba el sevillano avistó el caudaloso torrente hídrico que impetuosamente confluye al mar de las Antillas en Bocas de Ceniza, y lo denominó río grande de la Magdalena, nombre de la santa que el catolicismo celebraba en España en la fecha del hallazgo del afluente. Mencionan los conspicuos historiógrafos la estancia de la embarcación utilizada por los osados navegantes expedicionarios en la rada de El Rodadero. Luego, su traslado a la bahía de la que sería la ciudad naciente, para concretar el designio de la corona ibérica. Describen la formalidad observada en el acto que, con la firma del acta incunable, le dio cuna jurídica a la fundación de Santa Marta, nombre tomado del santoral cristiano.
Aluden las versiones a la motivación que tuvo Bastidas para asentar la villa en el casco original. Dan como razones la hermosura del entorno: la espléndida convergencia de imponentes bellezas naturales. La bahía emblemática, reconfirmada elogiosamente, siglos después, como la “más bella de América”. El “morro”, fornido terrón rocoso que aflora de la entraña marina para erguirse y decorar el paisaje; los cerros que simulan brazos protectores y se hincan en el mar; la Sierra empinada con penachos de hielo, variados pisos térmicos, fértiles laderas, estrella hídrica, biodiversidad, fauna, flora, parajes de esplendor indescriptible. Dicen que esa admirable conjunción de armonía estética dejó absorto al sevillano y lo determinó a instalar las toldas fundantes en el valle bañado por las aguas serpenteantes del río al que llamó Manzanares por reminiscencia del que moja tierra de Madrid, la capital ibera.
El sacerdote evangelizador, don Antonio Julián, español, recorrió extensos sectores de Sur América. En 1.787 publicó un libro que reviste gran valor histórico. En el importante texto describe y pondera la riqueza natural de la Provincia de Santa Marta, y a esta le obsequia el calificativo que le sirve de título a su obra: La Perla de América.
Eruditos cultores de la historia, nativos y foráneos han resaltado las múltiples facetas de la ciudad. La narrativa no deja de mencionar el ataque criminal sufrido por Bastidas en Santa Marta, perpetrado por Villafuerte y sus secuaces. Las heridas causadas al fundador fueron tan graves que murió en la Habana, el 28 de julio de 1.527. Don Rodrigo se dirigía a Santo Domingo, lugar de su domicilio, en procura de auxilios médicos.
Santa Marta tiene natural vocación para convertirse en potencia mundial de turismo y en generosa despensa alimentaria. Rompiendo “el mito de la caverna” se impone reconocer que la “Perla de América” debe superar inocultable rezago histórico que padece. Necesita infraestructura eficiente de servicios públicos, cultura ciudadana, orden, autoridad, el esfuerzo mancomunado del sector privado y de los gobernantes para impulsarla hacia un desarrollo imparable. Feliz cumpleaños, materna ciudad.