El síntoma inequívoco del fracaso de un sistema ineficiente es largas filas. Y la semana pasada las interminables filas para cobrar la Renta Ciudadana es claramente uno de estos fracasos.
Adjudicar prestación de servicios y bienes por razones ideológicas es bufonesco. La filosofía que debe regir las políticas públicas es que se adjudique la prestación de un servicio o bien a quien pueda hacerlo mejor, en menos tiempo y a menor costo. Los costos incluyen también el costo social; o sea para quienes lo reciben.
Las explicaciones de la señora Cielo Rusinque no convencen a nadie. Lo que queda claro es que con la estatización del servicio y adjudicación al Banco Agrario se afectó gravemente la calidad en la prestación del servicio al usuario. Que la gente en algunas regiones del país tenga que hacer largas filas a pleno sol y por largo tiempo es inhumano e inaceptable. Máxime, cuando antes del cambio las cosas funcionaban eficientemente y la gente recibía la transferencia en sus cuentas sin tener que hacer filas.
Dice Rusinque que hubo diez oferentes, privados entre estos, y que el Banco Agrario ofreció el costo más bajo. Les dolía el costo más alto de los privados, y por ahorrarse unos pesos, crearon un costo social inmenso. De hecho la gente recibe menos dinero porque tiene que pagar transporte para ir a cobrar y ni que decir del tiempo desperdiciado haciendo fila.
Uno de los grandes problemas del sistema de economías centralmente planificadas, que es lo que Petro está implementando por la puerta de atrás, es su tremenda ineficiencia que tarde o temprano genera corrupción y termina por llevar el sistema al colapso. Esa ineficiencia se traduce en pésima calidad de bienes y servicios con caso omiso a los costos. Como el estado no tiene ánimo de lucro, entonces no sigue métricas de excelencia operativa y manejo de costos.
La eficiencia cuesta y por esto nadie debería perturbarse porque los privados cobren por ella. Es fruto de innovación, inversión en tecnología, apego a buenas prácticas e inversión en capital humano y procesos. Todo esto le molesta a Petro y por esto su cruzada contra la empresa privada.
El modelo Petro llevó al derrumbe de la Unión Soviética y ha condenado a la pobreza a quienes lo adoptan. De hecho el paso por la alcaldía de Bogotá de Petro fue microejemplo de esto: Basuras por doquier, extendió más allá de vida útil buses de Trasmilenio para bajar pasajes, pero colocando en serios riesgos sostenibilidad del sistema, entre muchos otros desaciertos. Una alcaldía caótica y con pobres resultados sostenibles.
Un modelo bien concebido debe tener claro cuáles son las áreas de acción y competencia exclusivas del estado, y cuáles son susceptibles de ser tercerizadas a privados. Las segundas deben ser adjudicadas con criterios de eficiencia y calidad de servicio y no con criterios ideológicos de público versus privado; dicotomía ya superada.
En un caso en los USA, un sindicato de una empresa pública se rebeló cuando el contrato fue adjudicado a una empresa privada. El gerente de la ciudad le explicó el porqué: costo de manejo por tonelada de basura y términos de prestación del servicio. El sindicato entendió que tenían que operar con criterios de empresa privada; eran ineficientes y costosos en la prestación del servicio. Nunca habían pensado en costo manejo tonelada de basura ni calidad en la prestación del servicio; cambiaron el chip y pidieron presentar ellos nuevamente una propuesta que cumplía con los estándares de calidad y costos de los privados. Ganaron el contrato. Las empresas públicas, hoy, deberían operar como si fueran privadas: deben ser competitivas frente al sector privado.
Esperemos que el gobierno enmiende y le solucione el problema a la gente.