Cofradía de sinvergüenzas

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com

El verdadero carácter de las personas se revela en cómo estas enfrentan la vergüenza propia.  En el Japón samurái el seppuku era un ritual de suicidio para expiar el deshonor causado por una falta cometida.  Inaceptable vivir con vergüenza  y deshonor. Los tiempos han cambiado y hoy son pocos los que están dispuestos a asumir la responsabilidad por sus equivocaciones, o quienes están dispuestos a morir por mano ajena defendiendo la verdad.  En los tiempos modernos hemos aprendido a vivir con la vergüenza y a maquillar la verdad.  Quedan pocos hombres de honor y pululan los sinvergüenzas. 

Recientemente el teniente coronel Dávila, involucrado en el caso que involucra a personas que pertenecieron al alto gobierno, se quitó la vida; hecho que conmocionó al país.  El suicido siempre genera preguntas: ¿Por qué lo hizo? ¿Problemas emocionales o locura temporal? Y la gente comienza a conjeturar como si fuera posible saber lo que pasaba por la mente y las emociones de la persona.  La experiencia humana nos enseña que el suicido es la manera de enfrentar sentimientos de dolor y desesperación enormes. Conjeturo que el teniente coronel Dávila se desesperó por el panorama desolador que le pintó su defensa y no se sintió capaz de seguir viviendo con el deshonor personal y la desgracia familiar.  Expiar una culpa quitándose la vida, me lleva a pensar que Dávila fue un hombre de honor que había hecho todo bien para llegar donde había llegado.  En su afán de ser eficiente, efectivo y tener contentos a sus jefes cometió una equivocación.  No juzgo el actuar de Davila, solo señalo la forma como decidió lidiar con la vergüenza y el deshonor.  Paz en su tumba.  Fue un hombre de honor.

En el otro espectro tenemos a sinvergüenzas como Samper, Juan Manuel Santos, Oscar Iván Zuluaga, entre muchísimos otros que ocupan sitial de honor en nuestra corrupta sociedad.  Incapaces de asumir culpas propias, demuestran una extraordinaria capacidad para mentirle al país y al mundo y se pasean por el mundo dando lecciones de moral.  La falta de vergüenza refleja la falta de principios y valores.  Son hombres sin honor a los que nada les importa si su estatus fue ganado con trampas y mentiras.  Quizás algunos logran engañarse a sí mismos y adormecen la conciencia.  Samper, por ejemplo, cargó en el bolsillo una píldora de cianuro para quitarse la vida en caso de ser arrestado por los Estados Unidos.  Vivir con deshonor no le importaba porque así ha vivido desde entonces.  Lo espantaba ir a la cárcel. 

Santos se ganó un Nobel con mentiras, y llegó a la presidencia con las mismas ilegalidades de Zuluaga.  Solo que Zuluaga perdió y Santos ganó.  Violar un tope de campaña, a pesar de ser ilegal, no es necesariamente inmoral.  De hecho en Colombia casi todos los políticos lo hacen.  El tema de peso es que cuando alguien, como Odebrecht, dona a una campaña, lo hace a cambio de una contraprestación, que como imaginamos se hace vía contratación pública o lavado de activos o compra de libertad, como dicen sucedió en el Pacto de La Picota.  A nadie debe quedarle duda de que en Colombia es posible comprar la Presidencia de la Republica…y de ahí para abajo. 

Enfrentamos la situación inédita, que la persona señalada de ser el arquitecto y garante del pacto de impunidad entre las campañas Santos-Zuluaga, es el lobo que debe cuidar las ovejas de las venideras elecciones locales.  ¿Será que alguien cree que el Registrador Vega puede garantizar elecciones limpias?  ¿Para ganar hay que comprar paquete VIP en la Registraduría?

Entre tanta inmundicia, comienza uno a entender porqué a pesar de la formar dudosa como ganó Petro la presidencia, nadie se atrevió a cuestionarlo realmente a fondo.  Rabo de paja es lo que hay.

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