El último juglar

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Escrito por:

Luis Palencia Salas

Luis Palencia Salas

Columna: Opinión

e-mail: luiscarlospalenciasalas@gmail.com


El pasado domingo 30 de abril, Valledupar estaba a reventar con las presentaciones de su magnífico Festival de la Leyenda vallenata, eran las ocho de la noche y se estaba preparando para cantar y al mismo tiempo tocar su acordeón, un cantor campesino que llevaba sobre sus hombros no solo el peso de su instrumento musical, también cargaba consigo la esperanza de todo un pueblo, la ilusión de toda una región que acostumbrados a vivir en un letargo provocado por el abandono y el olvido, veían en este hombre humilde un motivo para soñar y un motivo para tener el pecho hinchado de tanto orgullo.

Eran las finales de la categoría Canción Inédita y el participante en cuestión era el maestro Julio Romo Mendoza, del corregimiento de San Basilio, Magdalena. Inició su participación en la final e interpretó la canción de su autoría “Soy campesino” una canción que recoge el sentir de una persona que creció y se forjó en el campo, donde tenía que ganarse la vida para sostener a su familia, pero, que, gracias a su gran talento, logró convertir esas vivencias en canciones y por ello, hoy posee un repertorio nutrido de composiciones de corte costumbrista que nos enseñan que muchas veces, los placeres de la vida no están en los lujos, sino en pequeños momentos que pueden ser elementales pero al mismo tiempo muy sentidos, como disfrutar de tu pueblo, las charlas en las terrazas con los vecinos relatando anécdotas en un asiento de madera y tomando sorbos de un pocillo de tinto. Cuando logras entender la esencia que transmite el maestro Julio en sus canciones, en ese momento das un pasito más hacia la verdadera felicidad.

Y es por ello, que, desde las rondas previas hasta llegar a la final, en el entorno del Festival y de dicha Categoría, había un rumor generalizado en el ambiente: “va a ganar el viejito”. Era lo más expresado entre los periodistas y el público en general que sintieron inmediatamente una conexión con esa canción, porque representaba la verdadera esencia del vallenato, una narrativa de lo vivencial y según los asistentes debió haber sido la canción ganadora. El jurado calificador dictó sentencia y decidió que el maestro Julio Romo obtuvo el segundo lugar, a pesar que el entorno del concurso afirmaba que “Soy campesino” era de lejos, la mejor canción de la final.

A pesar de no haber ganado este concurso, el maestro Julio se ganó todo el respeto y admiración del pueblo vallenato y a sus 76 años empieza a tener poco a poco el reconocimiento que tal vez, de manera injusta, nunca pudo gozar. Hoy es mencionado por personalidades del mundo del vallenato y muchos de ellos proponen que artistas reconocidos del folclore le graben su tema.

El maestro Julio es un ejemplo de vida, de superación, de nunca perder la fe y perseverar a pesar de las adversidades. Fue a un concurso sin tener los recursos suficientes, y a pesar de que no se trajo la corona, consiguió algo más importante: la admiración y respeto eterno de su pueblo, ese pueblo que hoy lo recibe, lo acoge y se siente orgulloso de su valerosa hazaña.

Gracias maestro Julio, el juglar viviente. El último juglar.



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