La vertiginosa sucesión de hechos orquestados en este desgobierno además de mantenernos en un estado de agitación y sobresalto permanente, hace que la noticia pase rápidamente a la categoría de historia.
Vivimos con la sensación de que el estado de deterioro de las cosas se extiende a todo y que hoy vivimos en medio de una turbulencia. Esto hace difícil pensar al país con serenidad. La obsolescencia de las opiniones atemoriza, a punto tal, que cuando se escribe en un espacio como este, se teme que al momento de la publicación, ya el país haya pasado la página y este inmerso en un nuevo escándalo, el de la hora.
Si uno fuera mal pensado, diría que este caos es creado intencionalmente por el gobierno para eventualmente, cuando todo sea un desastre, decir que la única salida posible es una Constituyente. Sabemos que este pensamiento no es extraño a los activistas que hoy fungen de ministros, como, por ejemplo, la minsalud. Uno pensaría que Petro en algún momento saldría a decir: miren, lo intenté, pero los corruptos, los enemigos del pueblo no me dejaron. El Congreso es un problema, las Cortes son un problema, la Fiscalía y la Procuraduría también. Necesitamos un nuevo pacto social.
Afortunadamente yo no soy mal pensado y creo que lo que sucede es que nos gobierna un charlatán, y de alguna forma tendremos que sobrevivirlo.
Lo último fue el entierro de quinta de la reforma política, presentada y defendida por el gobierno. Cuando quedó claro que lo que había que tragarse no era uno o dos sapitos sino toda una manada de orangutanes, Petro salió a negar la paternidad del engendro. Esto se ha convertido en una mala maña.
Parece ser que la propuesta de Reforma Laboral está en la sala de cuidados intensivos con pronóstico reservado. Por el momento no se espera una muerte súbita, pero cualquier cosa puede pasar. El consenso entre los empresarios es que la reforma es un pliego de peticiones de los sindicatos y que es lesiva para el país. Cínicamente, Petro pretende que el congreso y la sociedad se sienten a discutir un pliego de peticiones.
En lo personal, creo que hay unas poquitas cosas que son rescatables y que podrían ser las bases para construir una reforma consensuada que no le haga daño al país. Conciliar el deseo del gobierno de gravar a los empresarios con responsabilidades que le corresponden al gobierno con el deseo de los empresarios de producir competitivamente y maximizar utilidades es casi imposible. La propuesta de reforma asfixia a los empresarios y con certeza elevará la tasa de desempleo y desestimulará la creación o expansión de empresas. Además, estimulará que empresas salgan del país buscando países que les ofrezcan mejores condiciones, de los cuales hay bastantes. Esta es la discusión sobre lo inmediato.
Lo mediato o el tema de fondo es otro. La mejor reforma laboral, y la que necesita el país, es que las políticas públicas y las acciones del gobierno faciliten grandemente la creación de empresas y además hagan atractivo invertir en Colombia creando empresas. Quitar todas las trabas legales, mejorar el capital humano, incluso ofrecer subsidios, entre otras. Cuando los empresarios compiten por mano de obra, las condiciones labores mejoran automáticamente y se acaba la precarización y la informalidad laboral.
Intervenir directamente el mercado laboral no es más que un intento de manejar la precarización, con el efecto perverso de volverla permanente. No es una solución de raíz sino manejo de síntomas. El resultado es que la precarización se profundiza y extiende. La mejor reforma laboral es crecer la economía y la base industrial. Desarrollar y crecer la periferia.
La reforma laboral debería ser una discusión posterior, y en algunos años, a la implementación de una agenda de desarrollo.