Si un equipo de fútbol gana el partido, pero lo hizo por un penalti inventado, la reacción normal de los hinchas del equipo lesionado generalmente es violenta. Insistir en que la protesta no se justifica porque el partido lo ganó el otro equipo no tendrá efectos porque el bien pisoteado es el sentido innato de justicia. El árbitro debía ser garante de justicia y no lo fue.
La democracia no es diferente. Un presidente elegido no es automáticamente legítimo solo porque el conteo de las urnas lo favoreció. La democracia es mucho más que elecciones; de hecho estas por si solas no hacen que una sociedad sea democrática. Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen elecciones.
Ausente un régimen represivo, la percepción - basada en realidad o no- de que el árbitro del partido, y en el caso de las democracias las instituciones, estaba comprado, desemboca en violencia porque la gente reclama justicia. Esto fue lo que sucedió en Brasil. Es simplista y dañino reducir lo acontecido a manifestaciones de fascistas y fanáticos bolsonaristas.
En Brasil sucedieron cosas que dejan en entredicho la imparcialidad de las instituciones, y que apuntan a una instrumentalización de las mismas para favorecer la agenda progresista. Por ejemplo, Lula no podía ser candidato porque estaba condenado por corrupción. Sus amigos de las altas cortes lo redimieron porque veían en Bolsonaro una agenda conservadora que los asustaba. Por si fuera poco, sospechas sobre el software y la compañía detrás del mismo para favorecer a Lula. Pero esto no termina aquí. La dictadura del progresismo que se manifiesta en el control de los medios y en las campañas sucias contra todo aquel que los cuestione. Bolsonaro, Trump, Uribe, Fico han sido víctimas de la furia de la dictadura progresista que no ha escatimado medios ni mentiras para destruirlos. ¿Hay democracia y juego limpio cuando algunos o todos los poderes, incluyendo el cuarto poder, están instrumentalizados para atacar a los conservadores? Un rotundo no.
El poder es tan intimidante que todo aquel que se oponga a sus verdades es marginalizado social y laboralmente. Fue esta misma dictadura la que sentenció que si la violencia y la protesta provienen de sus adeptos es justificada pero que si proviene de sus detractores no lo es. A los primeros los sacan de las cárceles y los nombran gestores de paz o cualquier cosa, y a los segundos los quieren pudrir en las cárceles. En este contexto, las protestas en Colombia aupadas por Petro y compañía, las de los Estados Unidos contra la Corte Suprema, y muchas otras son justificadas. Pero las del Capitolio en los Estados Unidos y la reciente de Brasil son actos delincuenciales e intentos de golpe de estado. La realidad es que un número grandísimo de votantes tanto en los Estados Unidos como en Brasil y de paso en Colombia por todas las razones anteriormente expresadas sienten que los actuales presidentes fueron elegidos con trampa y por lo tanto son ilegítimos.
No justifico la violencia porque no me gusta pero tampoco puedo demonizarla alegremente sin entender que es una reacción visceral, un reflejo automático contra una dictadura progresista. Algo semejante al derecho a la legítima defensa.
Por último, quedé aburrido por la abdicación de quienes hasta la fecha habían sido muro de contención del progresismo en la región. El comunicado de Idea firmado entre otros por Uribe, Duque y Pastrana condenando lo sucedido en Brasil y llamando a respetar la “democracia” es un baldado de agua fría y muestra como la presión de la tiranía progresista puede llevar a la incoherencia. El llamado debe ser a restablecer la verdadera democracia y el juego limpio. O ¿será que ya les dieron membresía en el Foro de Sao Paulo?