El futuro, o mejor conocer que nos depara el futuro, ha sido una de las angustias existenciales de la humanidad por milenios. La certeza del porvenir nos da paz y tranquilidad, y con tal de alcanzar esa certeza, los humanos hemos recurrido desde tiempos inmemoriales a artes adivinatorias de todo tipo. Todos quisiéramos tener una bola de cristal para saber que nos espera este año. A falta de esa bola, hacemos cábalas en los asuntos banales y cuando viene a asuntos más serios hacemos proyecciones y predicciones.
Uno de los grandes problemas, es que en la esfera social, muchas veces las predicciones y el creerlas es lo que las hace materializarse. Hay consenso que en este año habrá una recesión, entonces tendremos una. Lo que queda por verse es la seriedad de la misma. Se habla de una recesión económica leve y de breve duración. El soporte es que en el mundo desarrollado las tasas de desempleo son muy bajas aún, y la confianza del consumidor es robusta.
Las empresas en el mundo desarrollado se han preparado para un escenario recesivo, y esto se refleja en cosas tan simples como que los aumentos salariales serán muy por debajo del índice de inflación. Aumentos por encima de la inflación, como acaba de hacer Colombia, mantienen la presión inflacionaria y perpetúan el círculo vicioso ya que hay que subir la tasa de interés para contrarrestarla. Al cerrar este año se espera que el mundo desarrollado haya crecido. Algo es algo.
La otra parte de la ecuación es lo que suceda con la guerra en Europa entre Ucrania y Rusia. Se espera que la paz llegue en el primer semestre. La intensificación reciente de la agresión rusa es un indicativo de que están tratando de llegar fortalecidos a la negociación. Rusia no puede postergar el conflicto por mucho tiempo más. A este punto del juego, y luego de dejar en evidencia su incapacidad militar en guerras convencionales, lo único que le queda es recurrir a las armas nucleares, que no creo sea un camino que Rusia quiera tomar a pesar de las amenazas. La economía rusa después de haber dado la apariencia de resistir las sanciones económicas, está colapsando monumentalmente. El chantaje a Europa con el gas no le funcionó, y ahora dice que no les venderá petróleo a los países europeos que le colocaron un precio máximo de 60 euros por barril, y que dicho sea de paso eran sus mayores clientes. Yo esperaría una descolgada en los precios del petróleo, y obviamente esto tendría un impacto grande en las finanzas de Colombia.
La última gran parte de la ecuación es China, que dicho sea de paso está en grandes problemas. El gran fracaso de la política Cero Covid y sus consecuencias económicas y sociales tienen contra las cuerdas al gigante asiático y a su recién reelecto “presidente” Xi. La desaceleración de la economía china augura malestar social y protestas y represión. La débil actividad industrial se traducirá en menor demanda por hidrocarburos e interrupciones indeseadas en la cadena de suministros, lo que obligará a Occidente a reindustrializarse o mover la producción a otros países. El futuro de la China no es promisorio. Una preocupación es que muchas veces las crisis internas son manejadas con distracciones donde se apela al nacionalismo y a la cohesión frente un agresor externo. El tema Taiwán puede calentarse en cualquier momento. China crecerá, pero no lo suficiente para jalonar la economía mundial y muy por debajo del crecimiento necesario para aliviar los problemas internos.
Mientras tanto, Petro y su gobierno actúan como si nada de lo dicho importara. Viven y gobiernan para una realidad alternativa. Pagaremos un precio altísimo por tanta insensatez. ¡Muchas velas rojas!