Ser el mejor no es suficiente

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Antes de irse a misa mi esposa me preguntó que cómo se veía la cosa.  Le respondí que, si el partido entre Brasil y Croacia quedaba empatado, Brasil probablemente sería eliminado.  El arquero croata había demostrado hasta ese momento tener unos reflejos increíbles que harían la diferencia.  Vino el gol y todo parecía estar a favor de Brasil.  Faltando pocos minutos Croacia empató, y el resto es historia.

Como muchos alrededor del mundo, la tristeza me hizo derramar una lágrima.  Bueno, más de una.  Sin embargo sabía que Brasil había labrado su propia suerte.  La sufrida victoria de Argentina me dio consuelo, y creo que Messi merece ser campeón del mundo.

Desde de la antigüedad los deportes han sido mucho más que entretenimiento.  En la Antigua Grecia, donde nacieron los juegos olímpicos, se conjugaban en los deportes, la estética, la belleza del cuerpo y obviamente la habilidad y el deseo de ser el mejor.  Los deportes reflejan el carácter nacional, y por esto el mismo Hitler quiso demostrar, fallidamente, la superioridad de la raza Aria en unas justas olímpicas.

Las superpotencias en los olímpicos de verano compiten ferozmente para lograr el mayor número de preseas en todas las disciplinas posibles para proyectar también en los deportes su hegemonía regional o global.

Brasil, junto con Argentina, las potencias futbolísticas tradicionales de América Latina terminan siendo una aspiración colectiva regional porque de alguna forma nos hacen soñar con que nosotros también podemos jugar de tú a tú con los grandes, sin complejos, y de alguna forma proyectar que el Sur también existe y que somos jugadores de valía en el contexto geopolítico global.  De alguna manera soñamos a que en el dialogo geopolítico seamos tratados como pares y no como subordinados; y las victorias de la canarihna y de la albiazul nos dan la confianza para creernos el cuento. 

Por esto las derrotas de nuestras potencias futbolísticas nos tocan el alma y se suman a las frustraciones colectivas.  En América Latina no la estamos pasando nada bien.  Una región perdida en populismos de izquierda que nos sumen cada día más en el atraso y la pobreza.  No avanzamos, sino que retrocedemos. Cada populismo de izquierda que se instala en el poder, es un paso, grande, por cierto, que nos aleja del sueño del desarrollo y de la justicia social.

Cuando cursaba mi maestría de negocios, uno de mis profesores experto en América Latina, al referirse al Brasil decía que era el país del futuro, y a reglón seguido decía que siempre lo sería.  Hasta ahora el tiempo sigue dándole la razón.  ¿Por qué perdió la selección brasileña?  Porque les faltó garra, actitud en la cancha, disciplina y ya se daban por ganadores antes de que hubiera terminado el partido.  A diferencia de Croacia que peleó con verraquera hasta el último segundo.  Nunca renunciaron a ganar.  Ser el mejor no es suficiente.  Brasil futbolísticamente era quizás el mejor equipo en este mundial y hoy está fuera.  A Edison se le atribuye la frase de que la genialidad es 1% inspiración y 99% transpiración.  A Brasil le faltó el 99% de transpiración.  Es un reflejo del carácter de nosotros los latinoamericanos, que somos amantes del facilismo y por eso tenemos países repletos de ciudadanos poca lucha.

El esfuerzo y la disciplina que lleva al desarrollo y a la justicia social son valores que nos son ajenos.  Hablo de las grandes masas.  Claramente hay individuos dentro de nuestras sociedades que logran romper barreras socio-económicas a punta de esfuerzo y disciplina, pero desafortunadamente son poquísimos y no alcanzan a definir el carácter nacional; lo definen los y las pocas luchas.

Por todo esto, no logramos salir del subdesarrollo y seguimos engañados con el cuento de que es un tema de derechas o izquierdas.  ¿Hasta cuándo?