La mano de Dios

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Luciano Pavarotti tuvo un inconveniente de última hora y entonces le pidió el favor al tenor colombiano Valeriano Lanchas que lo cubriera.  Después de la presentación, Pavarotti le preguntó a Lanchas que cómo le había ido.  Entre apenado y burlón, Lanchas le respondió que se la había salido un gallo en una de las interpretaciones.  Pavarotti le preguntó por la reacción del público, a lo que Lanchas respondió que al final lo habían ovacionado.  Pavarotti le hizo caer en cuenta que eso era lo que realmente contaba.

Pareciera que el mundo ha caído en la trampa de la perfección y que por buscarla tanto perdemos de vista lo que realmente importa, y en esa búsqueda incesante nos torturamos y torturamos a otros. 

Viendo el mundial de futbol, no estoy seguro que la innovación del VAR sea una mejora deseable. Su uso no ha evitado acallar suspicacias sobre algunos resultados o decisiones arbitrales.  Si la idea de fondo era que los resultados fueran justos, o mejor, percibidos como justos, entonces el VAR ha sido un fracaso. 

El quid del asunto es que el futbol es un espectáculo, un arte y no una ciencia exacta.  Y en el intento de convertirlo en una ciencia exacta, se ha arruinado el espectáculo.  Ya las tribunas no saben si emocionarse o no con los goles porque no saben si serán válidos.  O peor aún, los fanáticos se van a sus casas convencidos de que su equipo ganó, para días más tarde enterarse que no, como fue el caso de la victoria de Francia sobre Túnez por un gol, que fue anulado.  Se pasa de la emoción de haber ganado a la decepción grande de no ser ese el caso.

En el futbol de hoy aquel famoso gol de Maradona con la mano hubiera sido anulado y rápidamente caído en el olvido.  Nadie recuerda mucho de qué fue lo que sucedió en ese mundial, pero todos los fanáticos del futbol recuerdan el gol de la mano de Dios.  Un gol que marcó época y forma parte intima de la construcción de la leyenda en que se convirtió Maradona. 

Porque la emoción del futbol, el espectáculo del futbol necesita de imperfecciones, de errores humanos y de certezas inmediatas que hagan vibrar a los fanáticos.  Del espectáculo del futbol hacen parte la picardía y viveza de los Pelusas de este mundo.  La rabia por una decisión injusta, por un mal arbitraje forma parte del futbol.  Son las emociones positivas o negativas, pero siempre intensas, las que hacen del futbol casi una religión, las que mantienen al futbol vivo y las que lo hacen el deporte más universal y popular.  Nunca será lo mismo celebrar y gritar un gol a todo pulmón apenas es marcado a celebrarlo uno o dos minutos después.  Esa emoción inmediata, esa erupción incontrolada e incontrolable de adrenalina es la que nos convierte en fanáticos. 

No me imagino un escenario en el que Lanchas hubiera interrumpido su interpretación para comenzarla de nuevo y acertar todas las notas y no equivocarse.  Si esto sucediera, la Opera terminaría por ser aburrida y frustrante para el público y al final sería el beso de la muerte de este gran género musical.

Hago una analogía con el futbol y por esto no me gusta el VAR, y creo que su uso debería ser muy raro y solo en situaciones extremas.  Prefiero el futbol impredecible y abierto a la posibilidad del errar humano.

Tengo pocas esperanzas de que la Fifa reevalúe la innovación del VAR, pero ojalá lo hicieran por el bien del espectáculo.  Prefiero un mundo imperfecto lleno de emociones, a uno perfecto pero insípido.  No en vano fueron los flemáticos ingleses los que se inventaron la emoción del futbol.   



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