Las marchas estudiantiles revivieron la democracia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"La democracia es la necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás"

(Winston Churchill) 

Durante los últimos días el país ha vivido una serie de acontecimientos que han estremecido hasta los tuétanos a una sociedad que se hallaba adormecida, gélida e inmersa en una genuflexa posición de conformismo frente a las arbitrariedades del pasado próximo y, -por fin, Dios mío-, nuevamente ha emergido y despertado con un rugir embravecido la fiera que los inconformes llevamos por dentro y levantado el puño en señal de que la patria la hacemos todos, sin distingo de clases, sexo, raza o religión, para espetar a los cuatro vientos que ya basta de tanta satrapía gubernamental y es hora de meterle pueblo a la democracia para que parezca real y verdadera. 

Como integrante de una sociedad ávida de cambios estructurales que direccionen una nueva patria, sin exclusiones y basada en el principio de igualdad, lo mismo que como padre de familia que debe también sufragar los onerosos y excesivos costos que engendra el modelo de educación existente en el país, me he sentido plenamente identificado, .-como muchísimos colombianos-, con esa erupción de inconformismo de esa pléyade de adolescentes y jóvenes que han decidido ponerle freno a tanto desafuero gubernamental y levantado su voz de protesta, sin tener que apedrear a nadie, al menos con guijarros, y en cambio demostrar con sus ponzoñosos conocimientos sobre el tema, que no tragan entero y están dispuestos a ir hasta donde haya que ir, con tal de darle un vuelco al modelo educacional, específicamente en el sistema público, que es, a fin de cuentas, el que marca los derroteros para que tanto mercachife y proxeneta de la educación dejen de estar haciendo ochas y panochas con los cobros exagerados y una calidad que exalta la mediocridad.

Ver las marchas de los últimos jueves en todas las ciudades de Colombia ha permitido volver los ojos al año 1966, cuando por allá en los meses de septiembre y octubre, 700 maestros del Magdalena emprendieron una caminata de 28 días que salió desde la hidalga ciudad de Bastidas hasta llegar a la paramuna y gris Bogotá de la época, en la denominada "Marcha del Hambre", que no era otra cosa que la génesis de lo que se está sintiendo ahora, por cuanto lo que se pretendía era exigir mayor presupuesto para la educación, igual que ahora, aunque con la única diferencia que ayer marcharon los maestros y hoy lo hacen los estudiantes, esos mismos mozalbetes e imberbes muchachos que, más preparados que un kumis, no son hueso fácil de roer, en razón a su preparación y formación académica, además de contar con una sapiencia suma que tiene asombrado a más de un incrédulo que simplemente esperaba los desmanes del pasado y el grotesco y vergonzoso espectáculo de tirar piedras.

Los estudiantes, agrupados en lo que ellos mismos denominan Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane), pusieron en jaque y contra la pared al gobierno actual, al punto de obligarlo a recular y ordenar el retiro del proyecto de ley que pretendía reformar la Ley 30 y cuyo emblemática novedad era la de querer o pretender inyectarle mayor capital a la educación y para ello ampliaba el capital determinado para el Icetex, enviando le negativo mensaje de que para poder estudiar en el país, simplemente basta con endeudarse más, sin tener en cuenta la calidad, ya que en un capitalismo salvaje y aberrante como el nuestro la educación aún no está elevada al rango de derecho fundamental, como en otros países, -como Francia, en donde el pregrado es gratuito, o Alemania en donde algunas universidades cobran 500 euros por semestres, y otras muchas son gratuitas-, y simplemente es considerada como un servicio público y en ello el gobierno y el Estado solamente propenden porque los particulares lo presten y ya sabemos que en este país los servicios públicos son costosos y de una pésima y nefasta calidad

Los estudiantes han simplificado sus peticiones al punto exclusivo de concertar con todas las fuerzas del estamento académico el proyecto de reforma a la ley de educación y para ello han hecho énfasis en mostrar una plena y absoluta desconfianza hacia el congreso, en quien no creen, al igual que en el gobierno, en donde prima una absurda ansiedad por aumentar el presupuesto para la guerra, aunque pregonan que la van ganando, y a la educación la tienen relegada a los caprichos de los mercantilistas de la educación que pululan por los cuatro puntos cardinales de la nación.

Realmente que ha sido bastante alentador y aleccionador el hecho de que un puñado de jóvenes universitarios formados, no en las aulas paupérrimas y raquíticas del saber educacional, sino en su capacidad de querer aprender cada vez más y ser adalid del conocimiento, haya puesto de rodillas a un gobierno que de manera obcecada y absurda pretendía, en cabeza de la ministra de Educación, mantener un proyecto que a todas luces riñe con la realidad que exige el momento histórico y así hacer eco de que una sociedad requiere, al costo que sea por parte del Estado, una educación de calidad y a unos costos accesibles para todos los componentes de esa sociedad y que la educación pública sea a cargo del Estado, para de ese modo acabar con esos mercachifes del conocimiento.