Arte y delitos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



¿Habría que reescribir parte de la historia si se comprobara la falsificación de algunas reconocidas obras artísticas de prestigiosos museos o de importantes colecciones privadas? El mercado legal del arte mueve unos 65.000 millones de dólares cada año; detrás de este comercio, las falsificaciones, robos y tráfico ilícito no solo significan sumas multimillonarias sino la comisión de otros delitos conexos como saqueo, contrabando y blanqueo de dinero, amén de crímenes peores. El tráfico ilícito de bienes culturales es el tercer delito mundial detrás de las armas y las drogas. Aun cuando es imposible conocer las cifras reales, la Interpol calcula en cerca de 6.000 millones de dólares la magnitud de este delito; los verdaderos guarismos pueden ser muy superiores.
Las invasiones han permitido el robo de numerosas obras de arte; la Segunda Guerra Mundial significó el robo de miles de obras de arte en cabeza de Alfred Rosenberg y su equipo de especialistas. El fracasado pintor callejero devenido en el máximo líder nazi, Adolf Hitler, y su lugarteniente Hermann Göring tenían especial gusto por el arte; Héctor Feliciano, autor de “El museo desaparecido” cree que más de 100.000 obras salieron de Francia luego de la invasión alemana. Las colecciones de Carinhall y Linz alojaron a muchas de ellas. Grandes obras cambiaron, no sólo de propietarios sino de país; hoy es imposible recuperar buena parte de las obras perdidas. La invasión estadounidense a Irak en 2003 significó la llegada al mercado negro de más de 50.000 piezas pertenecientes al Museo de Bagdad; más de 70 siglos de historia se esfumaron en pocos meses. Es el mayor desastre cultural en la historia del Medio Oriente, que incluyó destrucción de cerámicas, quema de documentos o daño irreparable de antiguos tejidos persas; una masacre cultural perpetrada por invasores e iraníes; estas piezas permanecerán el mercado negro durante muchísimo tiempo. Algunas piezas robadas, adquiridas por los grandes museos, fueron devueltas a Bagdad; no son muchas, realmente.

Se dice que, en muchas ocasiones, durante las subastas en las grandes galerías se protege la identidad de vendedor y comprador, facilitando el comercio ilícito de obras de arte. Así, objetos robados o falsificados cambian de dueño con ropaje de legalidad. Cuando se descubre el fraude, es difícil dar con el dueño de la pieza: se dice… En Europa, este mercado clandestino está considerado como una actividad de bajo riesgo y alta rentabilidad. Ni siquiera la pandemia del Covid frenó a los delincuentes de arte. Del Museo Singer de Holanda fue robado el cuadro “Jardín de Primavera”, de Van Gogh; de la Galería Christ Church de Oxford fueron sustraídas tres obras de gran valor artístico: “La costa rocosa, con solados estudiando un plan”, de Salvatore Rosa, “El soldado a caballo”, de Van Dyck, y “Un niño bebiendo”, de Annibale Carracci. Según la Interpol, cerca de 50.000 obras circulan en el mercado negro, pero saben que son más.

Y detrás de todo esto viene la falsificación de obras robadas, que entran a ese comercio. Otro delito que azota al arte es el merchandising sin licencia que funciona en Internet y viola los derechos de autor. En 1970, la Convención de la Unesco solicitó a los estados miembros combatir el mercado clandestino de obras de arte; la Unión Europea exige permiso de exportación definitiva a los bienes con más de 100 años de antigüedad y se brinda protección especial a bienes de interés cultural declarados como inexportables y a los bienes públicos, los cuales solo obtienen permiso de exportación temporal; además, no pueden ser vendidos. Sin embargo, esto no basta ni constituye obstáculo para los traficantes de arte robado o falsificado. Pero hay alguna esperanza: de vez en cuando, a veces fruto del azar o por juiciosa investigación, se recuperan algunas obras; en 2014 se recuperó del Museo de Berna el cuadro “Mujer sentada sobre una butaca” de Matisse, avaluado en USD 20 millones. ¿Qué hay de la falsificación?