El Remanso

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Medité el asunto por un rato, y tuve que rendirme ante la conclusión razonable de que los ataques virulentos de algunos medios de prensa importantes al ejército colombiano y al gobierno no son parte de una estrategia electoral sino de algo mucho más grande y siniestro.

La tormenta la desató la neutralización de unos narcos guerrilleros en el Putumayo por parte del Ejercito Nacional el 28 de marzo. Según la comunidad, ahí no había guerrilleros sino una sana francachela entre miembros de la comunidad. Ahí nadie había visto jamás una hoja de coca y mucho menos la negociaban con la guerrilla. Un coro de ángeles y querubines que fue masacrado inmisericordemente.

Esta versión fue el libreto del que se valieron algunos medios, sin prueba alguna, para acusar al estado colombiano y decir que se trataba de otro falso positivo. Versión a la cual hizo también eco el candidato Petro y un sector político en el Congreso que no perdió tiempo en proponer una moción de censura contra el ministro de defensa. Además de las explicaciones, quieren la cabeza del ministro Molano servida en bandeja de plata. Ya de antemano calificaron el acto como “masacre”.

El modus operandi es siempre el mismo. Ante una acción legitima del estado en las zonas de influencia de la guerrilla, los medios afectos a éstas arman el escándalo, y actúan coordinadamente con las voces de la guerrilla en la vida política colombiana. Aquí la verdad no importa. Es irrelevante que más tarde se le dé la razón al ejército. Lo importante es lograr el objetivo propagandístico, deslegitimar al estado, desmoralizar la tropa, y dentro de lo posible, mantenerla alejada de las zonas de narcotráfico.

La paz de Santos generó una nueva dinámica y envalentonó a quienes eran enemigos del estado y sus aliados. Santos legitimó la idea de que el narcotráfico está bien y que es un problema de los consumidores y que por tanto nadie en Colombia debería morir en una guerra que no es nuestra. Se pasea por el mundo pidiendo a gritos la legalización de las drogas. El problema es que cuando se comparte la filosofía Santos, entonces cuando se neutralizan peligrosos narco guerrilleros ya no es una acción legítima del estado sino una masacre de campesinos. Pareciera no importarles a Santos y a sus amigos, que el narcotráfico sea usado por la izquierda radical para financiar su guerra contra el estado.

La pregunta que surge entonces es a qué juegan esos medios y los políticos que tratan de deslegitimar al estado con tanto ahínco. ¿Qué son? ¿Oposición o subversión? ¿Cabe ese ejercicio dentro de una democracia y debería estar protegido por la libertad de prensa y la libertad de expresión? En mi opinión, el ejercicio periodístico mostrado por los referidos medios hasta la fecha no cabe en el juego limpio que le es permitido a la oposición en las democracias. El periodismo serio fue remplazado por un activismo subversivo incendiario que busca cambiar el sistema.

Oponer y subvertir son cosas muy diferentes. La oposición que subvierte es ilegítima, aunque se esconda tras el ropaje del periodismo o de un debate de oposición. La oposición legítima cuestiona al sistema para ayudar a construir un mejor país, y por tanto actúa éticamente y con hechos y evidencias. La oposición subversiva, independientemente de la esfera en que actúe -debate político o periodismo- desconoce lo que es la ética y generalmente sus argumentos son mentirosos y calumniosos y cuando se acercan a la verdad, son verdades a medias y acomodadas.

Pienso que llegó el momento de ponerle coto a este abuso. El estado y los actores afectados por las actividades de estos medios y actores políticos deberían tener la posibilidad de ser indemnizados entre otras sanciones.