El espíritu que anima a ambos convenios en el mismo, aun cuando su genuino origen común, se hunde en los principios del siglo antepasado con la Doctrina Monroe (1823), más conocida como América para los americanos, (entiéndase, para los gringos).
La Carta de Naciones Unidas de 1945, consagro el principio de “seguridad colectiva” en el Articulo 51 (Cap. VII), “…ninguna disposición de esta carta menoscabara el derecho inmanente de legitima de defensa, en caso de ataque armado contra un miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de seguridad haya tomado – por consenso, según los protocolos - , las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”
Sería el inicio dos años después de la suscripción del tratado del Atlántico Norte o tratado de Washington, actualmente con 30 países miembros y 21 no miembros, que apoyan sus actividades. Una estadística que demuestra su poderío y la naturaleza de sus acciones - que no nos corresponde evaluar, pues esa tarea de especialistas avezados -, es que, en 2017, el gasto militar conjunto de sus países miembros fue de 52% del gasto militar mundial.
Un poco más modesto y discreto en sus alcances, pero idéntico en su filosofía y fines, es el Tratado de asistencia reciproco (TIAR) o tratado de Rio 1947, que abarca geográficamente el continente americano y …”hasta 300 millas marítimas de costa…”, incluyendo Alaska, Groenlandia, y en la zona ártica hasta las islas aleutianas, y en la Antártida, hasta la isla Trinidad, que …”en caso de (…) un ataque armado por cualquier Estado contra un país americano, será considerado como un ataque a todos los países americanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se comprometan a ayudar a hacer (sic) frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa…”
¡Ataque (!) a Torres Gemelas e Invasión a Islas Malvinas, arquetipos para sacar conclusiones!