Regeneración

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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Con R y no con D, porque con D se escribe Degeneración y de tan espantosa calamidad debemos salvar a Colombia. Y a propósito de la palabra que le sirve de título a la presente columna, la historia, que es “Maestra de la vida y testigo de las edades…”, al decir de Cicerón, nos recuerda que, Regeneración fundamental o catástrofe, fue el dilema sustancial planteado por el doctor Rafael Núñez, en el Siglo XIX, periodo aciago de la historia nacional en que la República estuvo al borde de la disolución afectada por “…cuarenta revoluciones locales, veinte gobiernos estatales derrocados, una revolución nacional”, fuerte contracción de los ingresos fiscales como consecuencia de la disminución del comercio exterior, secuela de la depresión económica mundial.

En medio del vórtice calamitoso que atrapaba a la Nación, surgió la sindéresis y afloró el patriotismo que situaron los superiores intereses de Colombia por sobre las pasiones partidistas y las ambiciones mezquinas personales. Alumbró en el firmamento patrio el gran concierto entre antiguos adversarios políticos. Acuerdo histórico del que nació la Constitución de 1886, inspirada en el propósito de restablecer, dentro del marco de la democracia, el orden, la libertad, la convivencia civilizada, la estabilidad institucional de la República, y garantizarle su viabilidad futura. El anhelo del filósofo de El Cabrero, mentor de la reestructuración política encontró eco en la voluntad de los connacionales, contó con el concurso intelectual de los ilustres miembros de la Asamblea Nacional Constituyente que, proclamando el lema: “Una Nación, un pueblo, un Dios”, expidió la nueva Ley de Leyes que reformaba la organización jurídica y política del país en pro de la Regeneración para evitar la catástrofe. El cinco de agosto de 1886 el presidente Núñez proclamó, solemnemente, la entrada en vigencia de la naciente Carta Magna y despidió la de 1863, con las concisas palabras: “La Constitución de Rionegro ha dejado de existir”.

La Constitución de 1886 sirvió de Carta de Navegación para apaciguar el conflicto fratricida, los impulsos revolucionarios, los choques entre los estados soberanos entre sí y de estos con el Estado nacional. Abrió la posibilidad de conducir a Colombia por escenarios de concordia y civilidad. Como ningún otro Estatuto Superior en nuestra Patria, perduró, con enmiendas, como ordenamiento constitucional rector durante ciento cuatro años. Un récord de duración, pues las que le precedieron, desde 1819 de Angostura hasta 1886, tuvieron fugaz permanencia. Connotación singular tiene la coincidencia de que, en el proceso de estructuración y de promulgación de la Constitución de 1886 descollaron dos eminentes figuras de la política colombiana, ambas oriundas de las playas caribeñas: el doctor Rafael Núñez, cartagenero, precursor de la expedición del Estatuto Superior, en calidad de Presidente de la República, y el General José María Campo Serrano, samario, a quien como primer designado y encargado de la Presidencia por ausencia temporal del titular, le correspondió el honor de sancionarla. Dos ciudadanos preclaros, en tiempos idos en que la Costa Caribe ocupaba lugar cimero en la conducción del país.

Crisis gravísima azota a Colombia. Corrupción. Narcotráfico. Terrorismo. Inseguridad. Institucionalidad resquebrajada. Las ramas del poder público y las famosas ías en desprestigio. La función punitiva maniatada por decisiones judiciales. Vandalismo, criminalidad desbordados; impunidad exponencial. Pobreza lacerante. Desempleo creciente. Informalidad galopante. Endeudamiento fiscal exorbitante. Insubordinación de alcaldes y gobernadores contra el gobierno central. Drogadicción aterradora. Inflación descontrolada. Magistrados herodianos desalmados que autorizan asesinar nasciturus. Oprobiosa presencia narcoterrorista en el Congreso. Caos ideológico, político y moral. Demagogia y asechanza comunista.

Frente al asedio crucial: cordura, para evitar la hecatombe. Resurge el dilema: Regeneración o catástrofe. Empero, ¿Quiénes la hacen? Los constituyentes de 1886 ya se fueron. Dios Salve a Colombia, permita el renacimiento de buenos estadistas, no seudo líderes mediocres y ambiciosos.


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