No todo el que habla de mi me conoce

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Hace un poco más de veinte siglos Dios –Emmanuel- caminó entre nosotros y nos mostró el camino de la salvación.  Por los días de su tortura, crucifixión y muerte, estoy seguro casi nadie imaginó que Jesús de Nazaret cambiaría la historia de la humanidad.  

Jesús de Nazaret nos enseñó varias cosas.  Le dio un nuevo sentido al primer mandamiento al incluir el amor al prójimo y redefinir lo que quiere decir prójimo.  Nos dijo que ofreciéramos la otra mejilla cuando fuéramos abofeteados.  Su mensaje de amor y paz fue demostrado con su vida misma.  A pesar de saber el suplicio que le esperaba, cuando Pedro desenfundó la espada y cortó la oreja a uno de los soldados, le ordenó envainarla y curó al soldado.

Le dijo a Pilato que si Su reino fuera de este mundo, Su Padre habría enviado a sus ejércitos a protegerlo.  Cuando en su propia tierra quisieron tirarlo por un barranco y asesinarlo, simplemente caminó entre ellos y se alejó. 

Sin duda Jesús fue una figura revolucionaria en su época porque su revolución del amor era no solo una liberación del formalismo y la opresión de las leyes talmúdicas sino también una amenazaba al poder de control del Sanedrín sobre el pueblo.  Dijo: Imponen al pueblo un yugo que ni siquiera ustedes pueden cargar. Por eso, cuando la mujer adúltera iba a ser lapidada, dijo: el que esté libre de pecado tire la primera piedra.  Que Petro diga que la mujer estaba en lo correcto por ser pobre, por ser mujer y por ser prostituta es una interpretación equivocada.  Nótese, que Jesús no peleó con nadie ni incitó revueltas ni llamó a la violencia; simplemente se limitó a escribir en la tierra; cuando estuvo solo con la mujer preguntó ¿dónde están los que te condenaban?  La mujer le contestó: se han ido.  Jesús dijo: Yo tampoco te condeno, vete y no vuelvas a pecar.  Bajo la Ley de Moisés el castigo era correcto y Jesús lo sabía. Sin embargo, apeló al amor por el prójimo, por la vida y resaltó la preeminencia del amor sobre todos los otros mandamientos.  Dios derramaba Su misericordia sobre los pecadores.

El hecho más impresionante del Amor Perfecto Encarnado fue su Pasión.  La aceptó sin chistar. Cargó más allá de sus fuerzas humanas el madero en el que sería crucificado, y lo más sobrecogedor y desconcertante es que a punto de espirar imploró a su Padre por sus verdugos: ¡perdónalos porque no saben lo que hacen!

No encuentro en los Evangelios los apartes donde Jesús invita a los pobres a quitarles a los ricos o a asesinarlos.  No encuentro a un Jesús promotor de la violencia y del odio entre clases.

De igual manera, no encuentro nada en la biografía de Petro que haga pensar que es un seguidor de Cristo.  Es la antítesis de Jesús, ya que a través de su vida ha apelado al odio y se ha valido de la violencia.  Hay que rechazar tajantemente la idea de que Jesús no fue más que el Che Guevara de los judíos.  Para los cristianos Jesús es Dios. Tampoco podemos aceptar que se diga que la Teología de la Liberación es cristiana.  Hay que denunciarla como la perversión doctrinal que es, y decir sin ambages que es más hija del marxismo que del cristianismo.

No se trata de silenciar a quien piensa diferente sino de quitarle el disfraz al lobo disfrazado de oveja.  Ni la visita al Papa ni sus actos histriónicos ni sus declaraciones ambiguas sobre la fe ni el apoyo de un falso líder espiritual deben confundirnos.  Petro siempre ha sido, y siempre será, apóstol de la muerte, del odio y de la miseria humana.